Con esos mimbres, no es de extrañar que cuando el avance del juego nos provoca, cuando se burla de nosotros con lo que en otros títulos nos haría tirarnos de los pelos (o maldecir indignados o lanzar la consola balcón abajo), es decir, cuando tras una batalla con enemigos farragosos de los que su aniquilación cuestan varias yemas de dedo, entran en escena muchos más de esa misma especie inmediatamente para a poner a prueba nuestra habilidad, la sensación no sea la de frustración, sino la de satisfacción y ganas de seguir adelante. Volviendo a lo del “cómo” que decíamos al principio, los metódicos analistas podrían diseccionar qué hace que la cosa aquí funcione y no en la competencia, pero es así. Pocas veces resulta tan satisfactorio seguir adelante a pesar de la reiteración mecánica.
Kratos forever
Puede que la pasión que a algunos nos creó el primer God Of War, ávidos de experiencias similares que el videojuego por aquel entonces no terminaba de concretar en un género en horas bajas, nos haga recordar a aquel como algo muy especial que sus continuaciones han tenido el mérito de no desprestigiar. No obstante, también es cierto que la acumulación de salvajadas protagonizadas desde entonces ha terminado por desdibujar en nuestro recuerdo la nitidez de los enfrentamientos que uno a uno iban aparentando ser el mayor de todos los tiempos. Es por ello que aplastar a dioses, tener como misión recoger esta o aquella joya del olimpo, seguir en definitiva con las meras excusas que son los objetivos del juego resulta un aspecto secundario (si bien notablemente orquestado) respecto a la experiencia que brinda, ideal para los amantes de la acción fieles a Kratos. Éste, no nos parece en su evolución tan equilibrado como personaje, ha terminado por ser un tipo asombrosamente antipático para el número de horas que compartimos con él, y probablemente cuenta con mucho menos carisma que gran parte de los personajes de su peso para hacer que nos preocupe llegado este punto alguno de los diablos que pueblan su inconsciente: todo aquí es arrogancia, bravuconería, chulería probablemente merecida.
En todo caso y a pesar de reprochar algunos momentos en que nos hemos quedado enganchados más de lo que consideramos necesario, de que podemos contemplar como mecánicos varios de sus tramos, entendemos que todo ello forma parte de la necesidad de ofrecer un número de horas de entretenimiento que God Of War garantiza. Dicen algunos que su ‘hype’ ha estado por encima de él, por mucho que sea un buen juego. Para quien escribe estas líneas toda repercusión para éste título es holgadamente merecida. Aunque también es necesario suscribir la necesidad de respetar a la franquicia y superada la trilogía argumental no abusar de precuelas y sobreexplotaciones innecesarias: Kratos se ha ganado un descanso, nosotros también.