Cada vez más se habla de Oculus Rift como el más firme candidato a adentrarse en el terreno de la realidad virtual. Lo cierto es que para desarrollarse tiene todo a su alcance: una financiación por todo lo alto brindada por inversores que lo consideran el producto más revolucionario en el mercado, un estado de la técnica que con la llegada de PlayStation 4 y Xbox One hará posible que sus procesadores den en potencia lo que necesita para generar sus mundos 3D interactivos.
Ahora bien, uno de sus escasos extremos por atar (en el lado técnico, lo más complejo es resolver una latencia que hace que todavía no resulte natural su jugabilidad) es el del precio: fijado en un plano teórico alrededor de los 300 dólares, en la compañía -empezando por su CEO Brendan Iribe- quieren descuento. O, atentos, incluso gratuidad: "puedes imaginar si Microsoft y PlayStation fueran subsidiando sus consolas porque hay suficiente dinero a generar en el software y otras áreas, he ahí el potencial para que esto, en asociación, pueda ser subsidiado".
Pese a ello admite que es solo un concepto teórico, subraya que Oculus "no está aquí aún", pero sí deja claro que la opción de ofrecerlo gratis es algo en lo que no dejan de pensar, porque "quieres que todo el mundo juegue con él, y cuanto más barato, más lo harán; por el momento es un kit para desarrolladores a 300 dólares pero seguiremos pensando cómo brindarlo a la mayor cantidad de gente gratuitamente".