Lo mencionamos varias veces, probablemente porque el tema constituye una de las características más claras de los videojuegos de los 80. Posiblemente incluso por encima de los colores fosforito, los fondos negros o los píxeles cuadriculados: la dificultad de los 80 asombraría al jugador de este siglo.
Con todo, también es cierto que no todos aquellos juegos eran extremos. Los había relativamente equilibrados, agradecidos para quien les dedicaba tiempo y capaces de formar al jugador y premiar su tenacidad. Ese era el objetivo, sin duda, en todo desarrollo. Luego estaban los que eran difíciles hasta el punto de impedir llegar mucho más allá de la segunda o tercera fase (¡uy cuando veíamos la cuarta!), que probablemente eran la mayoría. Y los extremos: aquellos que ni sabíamos muy bien dónde íbamos ni si estábamos yendo o volviendo. Estos últimos nos hacían sospechar que no había más juego y que aquello era una mala beta convertida a su vez en una mala broma.
Pero también había casos de juegos tirando a lo fácil. O los fáciles de veras. Todo para llegar a los absurda –y casi ofensivamente– fáciles.
Con todo, uno guarda mejor recuerdo de muchos de estos últimos que de muchos de los primeros. Es por eso que hoy vamos a dedicar un espacio a ellos, a los juegos fáciles que erraron al nivelar la dificultad pero con todo consiguieron gustarnos hasta el punto que, regularmente, jugábamos con ellos para superarlos una y otra vez.
Aquí van cinco.
Phantis
Hasta los medios extranjeros –que lo conocieron como Game Over 2 como ya hemos nombrado– alucinaron con la idea de tener un juego español tan asequible. De hecho, por aquel entonces tenían a nuestro producto patrio como una pesadilla en términos de dificultad (si bien bastante bien considerados en el global). Phantis era uno de esos juegos que uno, con un mínimo de concentración y a pesar de la incertidumbre inicial, podía superar… ¡en la primera partida!
Renegade
De lo mejor en juegos de lucha, probablemente el más divertido del catálogo del Amstrad en concreto en este género. No era extremadamente fácil, simplemente cuando uno se ponía a ello con una cierta concentración podía acabar por superar sus cinco fases sin la sensación de perder el tiempo por la falta de un reto. Sus impecables aspectos técnicos y lo divertido de sus combates hacían que fuera agradable rejugarlo una y otra vez. Inevitable que por el camino sus magistrales melodías se nos grabaran en el subconsciente.
Freddy Hardest
La justa dificultad, de nuevo Dinamic se apiadaba de nosotros. Planteado como juego de doble cara (un modo en cada una de las caras de la cinta o diskette) ambas eran igualmente atractivas y superables.
Bruce Lee
Este juego merece ser recordado por sus pintorescos enemigos, el ruidillo de nuestros andares y por crear una experiencia que podríamos definir de entrañable. Una y otra vez nos pasábamos el juego sin la sensación de estar cometiendo ninguna heroicidad.
Navy Seals
Basado en la película protagonizada por Charlie Sheen, a las pocas partidas podía superarse sin problemas todo el juego. Parte de esa facilidad se explica en cómo había calado el concepto talentoso de los Navy Seals, que los convertía en poderosos ninjas invencibles (de hecho existe un cierto airecillo a “Shinobi”). Eso sí, superar la aventura era algo tan gratificante que podía hacerse una y otra vez echando en falta una opción para subir la dificultad de manera significativa.