Analizar un juego "caja de arena" -sandbox para los chachiguays- implica dividir el texto en dos mitades. En la primera, se deben examinar las herramientas de las que dispone el jugador para interactuar con el mundo que se abre ante él. En este sentido, Panau es un paraíso tanto terrenal como jugable, una nación isleña situada en el Pacifico con una diversidad geográfica sólo comparable a las revistas del National Geographic. Y quizás lo más destacable del lugar es la proeza que ha conseguido Avalanche Studios: ya sea en tierra firme o cayendo a una velocidad vertiginosa, la acción nunca se verá interrumpida por alguna ralentización gráfica.
El gancho del primer Just Cause puede utilizarse en todo momento, y por lo tanto pocos jugadores optarán por métodos tradicionales para viajar por la isla. Por ejemplo, la útil herramienta puede servir de catapulta si Rico activa su paracaídas -cantidad infinita- para ganar altura y recorrer grandes distancias en un santiamén. Si bien es posible imitar a Nico Bellic y "pedir prestado" un coche con el sutil método de abrir la puerta y echar a su conductor de una patada, es más divertido saltar al capó e ir surfeando por las carreteras brincando de vehículo en vehículo.
¿Qué más da si el destino está a más de cien kilómetros a distancia? Basta con pulsar un botón para llamar a un representante del mercado negro de la isla, que transportará gustosamente a Rico a cualquier punto explorado del vasto mapa. Asimismo, por un módico precio este simpático comerciante lanzará un vehículo desde lo alto de su avión. A veces el jet o el coche acabará boca abajo o en alguna situación más comprometida; de nuevo, el gancho ofrecerá su funcionalidad versátil para liberar el medio de transporte. Y aquí no ha pasado nada.
He aquí una de las principales virtudes de Just Cause 2: todo está preparado para que el jugador se esfuerce lo menos posible en tareas mundanas y disfrute al máximo de las misiones o tareas secundarias. Rico esquivará automáticamente las ramas de un árbol en lugar de obligar al usuario a hacer manualmente; la amenaza de un helicóptero enemigo se torna en una nueva posibilidad de promocionar el caos cuando el usuario logra hacerse con los mandos del vehículo después de una simple batalla contra el piloto, que amablemente se ofrecerá voluntario para dejar sitio mientras se estampa contra el suelo.
La imaginación al poder. Las primeras horas en Panau equivalen a experimentar todas las posibilidades que se esconden en algo tan pequeño como el gancho. No hay nada más divertido que enganchar a un enemigo al primer vehículo que pase por ahí y observar como el soldado se aleja por el horizonte con unos cuantos dientes de menos. Mentira. No hay nada más divertido que disparar a bombonas de gas y que éstas se muevan erráticamente hasta chocar contra la gasolinera del pueblo, provocando así un fuego artificial improvisado que encandilará a propios y a extraños... salvo a los lugareños, claro ésta. Mentira. No hay nada más divertido que... En definitiva, el título es una máquina de hacer anécdotas sin igual.
En términos sistemáticos, la misión de Rico consiste en destruir toda prueba de la existencia del ser humano en la isla. Cualquier objeto, base, arma... que esté marcado con el logo del gobierno dictatorial de Panau puede y debe ser erradicada para goce y disfrute del jugador. De este modo, el usuario va ganando puntos de "caos", y cada vez que el medidor de turno se rellene, el título desbloqueará un nuevo vehículo, arma o misión.