Hace ya más de diez años, el género de los mata-marcianos vivía momentos de gloria. Hoy, cuando se encuentra agonizante, Konami nos recuerda porque no debemos olvidar aquellos días en que jugar -y no contemplar- era lo más importante.
Con la boca abierta, simple y llanamente, es como deben haberse quedado todos los que hayan tenido ocasión de introducir este CD en su flamante PS2. Por un lado, inundados de sensaciones placenteras provocadas por el recuerdo, los nostálgicos que conocieron la época gloriosa del Némesis (Gradius era su nombre japonés) cuando Konami empezaba a exhibir en Europa sus grandes facultades. Por el otro, los menos versados en la historia del videojuego, que habiendo adquirido su PS2, y habiendo comprado un juego al azar, se hayan encontrado en vez de derroches visuales, con un programa con sabor a reliquia.
El concepto de todos los Nemesis, Salamander e incluso sus versiones paródicas de Supernes "Parodius" y "Superparodius", necesita las justas cantidades de gráficos para atraer al público con su mecánica adictiva. Herederos del más clásico entre los clásicos, el pionero mata-marcianos (alterando simplemente la dirección del scroll), Nemesis vino a ser con su salida en MSX y demás formatos la evolución de un género que hoy día es prácticamente un camino cerrado. Con su debú, nos encontrábamos con un juego redondo en cada uno de sus aspectos, y es que por aquel entonces su calidad gráfica era digna de admiración, pese a que ello no evitaba que su mejor virtud fuera a ser siempre su capacidad de atracción, el deseo que creaba de volver a intentarlo una vez más, de volver a tratar de esquivar la inmensa maraña de balas, de pasar por el lugar más angosto de la manera más inverosímil, y de ver que escondía la siguiente pantalla y a qué nuevo mundo de aventuras nos abocaba.
Actualmente el concepto del mata-marcianos no pasa por buenos momentos, y tras algunos intentos en Playstation, se demostró que en la mayoría de los casos (tipo X2) el empeño cerril en llenar la pantalla de enemigos para demostrar la pericia programadora y tratar de poner gráficos que justificarán la actualidad del producto, iban en detrimento del control creando una agobiante sensación de confusión.
En esta ocasión tenemos la posibilidad de introducirnos de nuevo en el modo de ver el género de Konami, y ello con dos versiones, Gradius III, en conversión directa de la máquina recreativa que no salió de Japón hace ya unos años, y Gradius IV, una versión nueva con un apartado gráfico más pulido. Y es que Gradius III, aparte de una dificultad endiablada, cuenta con el handicap de manejar resoluciones más toscas y desprender un mayor tufillo a verdadera pieza de museo. En este punto resulta cuestionable la necesidad de introducir este programa si con ello no se recopilan también las versiones anteriores entre las cuales habían algunas que aún hoy día resultarían notables (como se ha hecho con los Namco Museum o Konami Classics). Pero el caso es que con Gradius IV tenemos una versión más actual por su depuración gráfica, que cuenta con un mapeado tremendamente atractivo para aquellos que entiendan a qué están jugando.
Una oportunidad para gozar con uno de los grandes clásicos cuya jugabilidad no caduca.