A menudo los seguidores del videojuego, particularmente los veteranos, se quejan del escaso espacio que las sagas dejan a los nuevos nombres. En un mercado en que cada vez es más difícil dar a conocer un nuevo producto, las compañías aseguran y se limitan a sacar una nueva entrega de la marca de éxito tan pronto como sea posible.
Ahora bien, si el precio para introducir una nueva franquicia son los 500 millones de dólares que Activision tiene preparados para Destiny es que las cosas se han vuelto verdaderamente complicadas. Y quizá sirve para entender algo más del mercado.
No se trata de que todo videojuego precise de esas cifras, pero a la vista está que la verdadera rentabilidad la obtienen títulos triple A de enorme presupuesto. Y asegurar que todo el mundo lo conoce, exige inversiones incluso mayores en publicidad, integradas en esa cifra dada por Bobby Kottick.
Hasta la fecha, el juego publicado con un desarrollo más caro es Grand Theft Auto 5 de Rockstar con un presupuesto de 265 millones. Y sus cifras de venta son lo suficientemente altas como para que nadie pueda plantearse que Destiny va a acercarse a ellas.
La explicación que dan medios como GameRant va precisamente en la línea apuntada al principio: la rentabilidad de Destiny no vendría con el propio juego, sino con la franquicia. Estamos ante un proyecto de 10 años en que a una compañía como Activision no le preocupa si los datos no cuadran en el título de debut. Y en cualquier caso una parte muy importante de ese presupuesto iría a una agresiva campaña de publicidad (por más que los fans del videojuego sabrán de él de antemano, hay que enfocar al público generalista para lograr grandes ventas y ahí es donde llega la publicidad a gran escala), puesto que no estamos ante un título que exija inversiones en desarrollo tan elevadas como las del citado GTA.