La cruzada templaria, llega a Playstation. Tras su paso por PC, con los positivos resultados que comentábamos en su artículo, ahora el soporte de Sony recibe una conversión en que todo se ha mantenido al nivel necesario.
Las luchas de corte Golden Axe –inevitable volver a nombrarlo- en un escenario tridimensional enfocado por una viva cámara que en sus movimientos logra el difícil objetivo de no molestar (al apuntar casi íntegramente donde debe, aunque deja un stick para controlarla manualmente), podemos apreciar de nuevo la historia medieval de magia y espadas contra los tenebrosos planes del obispo, y nuestra gesta por recuperar a la bella Adelle.
En comparación con la llegada compatible –probada en un equipo medio- se produce la lógica pérdida de resolución que no afecta al aspecto gráfico de forma significativa, y los movimientos de las luchas en que enemigos de todo tipo se lanzan contra nosotros para acabar ajusticiados a borbotones por nuestra espada, no se resienten de la permanente carga a la que el lector de la consola se ve obligado.
Generalmente, salvo la toma de contacto –tras las introducciones que están bien tratadas argumentalmente, y que pueden saltarse opcionalmente- la carga durante el juego no obliga a grandes esperas. No obstante, si es evidente que esta es una diferencia que existe entre los soportes comparados y uno de los motivos principales para evidenciar que PS2 tiene su primer motivo de agotamiento en las lentas lecturas de datos. Así, mientras nosotros nos vamos encargando de repartir a diestro y siniestro, el reproductor carraspeará en el el intento de que no apreciemos parones argumentales.
Volviendo al juego, el planteamiento también es idéntico al de PC en cuanto a niveles de dificultad. De los cuatro, el recomendado inicialmente permite un cómodo avance en que poco debemos hacer para protegernos hasta superados algunos niveles -quizá ligeramente más difícil que en PC en algunos tramos, pero en general no hay un excesivo salto -. Al igual que entonces, la llegada a las tierras árabes marca un punto de inflexión en que debemos comenzar a preocuparnos por algo más que por los inocentes puzzles esparcidos hasta el momento, y alternar protección y golpe para salir bien librados de la contienda.
Dependiendo probablemente de la configuración de los ordenadores, sí da la sensación que el tratamiento de la oscuridad pueda estar ligeramente mejor tratado en esta ocasión, a pesar de que en algunos tramos se sigue notando el alto contraste utilizado en terreno gráfico, para forzar más el efecto de las sombras. Ello contribuye a una mayor absorción entre catacumbas e interiores de castillos, varias pantallas que se resuelven bajo la oscuridad de la noche dando más misterio a las escabrosas cuestiones de ultratumba que han de dirimirse.
Musicalmente, tratándose igualmente de los mismos temas y siendo un terreno en el que no tienen por qué evidenciarse diferencias, sólo hay que reincidir en los tonos místicos que introduce esporádicamente y que dan un especial sabor a la aventura, dejando un poso y buen recuerdo que hace de Knights Of The Temple no sólo el juego que gustó a los más veteranos por su buena adaptación de la filosofía clásica, si no por vocación detallista propia del buen gusto por la correcta recreación.
En su mezcla de beat-em’up clásico, el toque de magias, las distintas espadas que se logran junto a hachas y archos de flecha, dan la impresión de haber resucitado al Gauntlet y retrotraen una reflexión que bien se apreciaba en el otro análisis: el modo multijugador debería haberse añadido de forma obligada, combatir a las hordas del mal en una de sus tantas expresiones con este entorno y un compañero repartiendo leña le habría dado unas proporciones verdaderamente apoteósicas.
Aunque globalmente sigue al buen nivel de la primera vez.