Cuenta Miyamoto que considera necesario sacar a pasear a Mario las veces justas. Explica que sus galones merecen un respeto, que su marca debe ser conservada. Lo dice entre planes de una nueva recuperación de Mario Bros, esta vez para 3DS con la consabida excusa tridimensional (y justo cuando sabemos que la última entrega de Wii ha alcanzado los 15 millones, asombroso), con un Paper Mario a la vuelta de la esquina para la misma y venidera portátil.
Ahora bien, en lo que son entregas de su principal serie, en episodios nuevos, es cierto que ahí Mario no se prodiga en exceso. Y que con casos como Mario Galaxy pudimos apreciar tanto la intención de cuidar el producto como la escasa prisa por hacerlo: lo importante, el resultado. Es por ello que, lo confesamos, nos hizo desconfiar saber que Galaxy tenía regreso. Al fin y al cabo sonaba a algo extraño, a una subdivisión argumental en que no estábamos ante otro Mario sino una mera adición de niveles del anterior, un episodio de mera explotación de los que parecen más habituales en la saga rival, la de Sonic, en claro abuso de sus seguidores.
Pero no nos equivoquemos. Llevamos más de dos semanas enfrente de esta entrega, buscando un solo motivo para cuestionar las notas perfectas que ha recibido en varias publicaciones. Buscándole un mísero error lo suficientemente relevante como para bajar algo de la puntuación de este juego. Y para todos aquellos que siempre han prescindido de los textos, de las explicaciones, de la verdadera forma de analizar a un juego más allá de las simples notas que se dan al final (como obligación con el formulario de inserción de artículos), sí, este es un juego único, maravilloso, esencial. Un motivo sobrado para adquirir una consola, y quizá quedarse para siempre con ella, tal y como sucediera en su momento con Super Nintendo y su Mario World, en unos tiempos en que una consola y un cartucho podían hacernos felices durante meses, qué diablos, años.
Mario llega con más argumentos que nunca, en su aventura más equilibrada y completa hasta la fecha... con todo lo que eso implica. |
Todo bien, gracias
Desde la primera secuencia, Nintendo demuestra por qué éste ha de ser un juego perfecto: porque sus autores lo han entendido todo. Todo. El cariño y el respeto, el cuidado gráfico, el detallismo… Su primera secuencia es un ejemplo, narrada en formato libro pero permitiendo la interactividad con el usuario que ya está al mando del juego: nunca nos aburrimos esperando turno.
El universo de Mario sigue como es, pero pulido como mandan los nuevos avances y requisitos técnicos. Algo que obliga a recordar que Wii nunca es una consola rezagada cuando es Nintendo la que trabaja para ella.
Desde ese momento introductorio arropado por unas melodías que van a ser magníficas a cada corte, ni tenemos que pararnos a atender a largas historias, ni tenemos que volvernos locos en un nivel desquiciante. Pero ojo, eso no significa que la dificultad nos devuelva a un producto para niños: en el primero de los niveles, si nos descuidamos, ya podemos perder alguna vida. Y la inserción de explicaciones y tutoriales (apariciones estelares mediante) a modo de ayuda, es algo tan opcional como útil para ese público que tiene la consola acumulando polvo en su casa porque nunca fueron aficionados al videojuego y cayeron víctimas de la moda. A esta moda también deberían seguirla, quizá ahora sí pasarían a ser fans.
Yoshi, un poderoso aliado que también participa de la versatilidad de funciones y opciones de juego de esta entrega. |