Equilibrio, divino tesoro
Profundicemos en ello, porque es probablemente uno de sus aspectos esenciales: lograr un juego con una dificultad tan atractiva, en que el concepto de reto se mantiene tan equilibrado sin volverlo sencillo ni difícil es uno de los aspectos más meritorios que recordamos en años. La propia Nintendo ha fracasado en muchos videojuegos -sirva como ejemplo el de la franquicia de Wario, cuyos atractivos se perdían quedando condenado a un juego prácticamente para niños- y sin embargo en este caso se ha alcanzado un equilibrio digno de ser estudiado, si bien la clave puede sea solo el buen hacer, la paciencia y la absoluta dedicación.
Puede también que sea vital el diseño de niveles, un aspecto aliado tanto a la hora de establecer la dificultad como de marcar el ritmo y nuestro interés: es sencillamente redondo (en muchos casos, literalmente). Aparte de la invitación para seguir jugando constantemente, nos da la posibilidad (en muchas ocasiones; en otras obligación) de rejugar pantallas para conseguir más estrellas antes de avanzar, un método que ya conocíamos desde Mario 64 y que explota así unas fases que son demasiado ricas como para superarlas y olvidarlas, haciéndolo de tal forma que no resulta en ningún momento pesado, principio que parece ser la religión disciplinadamente defendida por este episodio: divertir y nunca dejar de hacerlo. Lo cual a su vez nos obliga a engarzar partidas descubriéndonos de nuevo ante el tino exhibido a la hora de medir sus características.
La variedad lograda, aparte del diseño de niveles, tiene mucho que ver con la explotación del universo de mario y la inteligente administración de sus recursos, tanto en forma de gadgets (a veces nos preguntamos si algunos no están poco explotados para lo divertidos que son en su uso, si bien con el paso de los niveles los recuperamos), como en los controles. Estos imponen una de las revoluciones más arriesgadas por su disposición, que en un principio daba para malos augurios: nunchuck para controlar, el wiimote para determinadas acciones (coger estrellas, sacudir) llegando al extremo de separar el salto y el control en mandos distintos… empieza como extraño pero termina por revelarse como la única forma posible de ir un paso más allá y ampliar las opciones de juego de esta entrega.
Con todo esto, sí, se logra un episodio no sólo autónomo, sino destacado y digno de ocupar un puesto en el podio de los mejores juegos de Mario. Posiblemente con el paso del tiempo su recuerdo se fusione con el de su precursor, pero merecerá ser elogiado por el esfuerzo con el que sus creadores fueron capaces de diferenciarse de una forma tan notable y lo dieron todo para que cada uno de sus momentos demostrase el enorme oficio invertido tanto para innovar como para divertir en proporciones tan equilibradas. Y hay que decirlo, quien os habla tiene un nuevo juego favorito. Mario Galaxy 2 llega para inscribirse en una lista de títulos hecha para trascender al paso de los años.
Los distintos centros de gravedad y cambios de enfoque que vimos en Galaxy, se subliman en esta continuación. |