El juego
Por triste que resulte, ni los mayores deseos de condescendencia o moderación pueden paliar las valoraciones sobre Perfect Ace. De hecho, ni merece tan extensa introducción como la aquí servida. Sea ésta muestra de generosidad. ¿Qué pecados puede cometer un juego para tanta contundencia? Pues bien, a pesar de que se intenten solventar a base de un reducido precio de 19,95 €uros de salida, muchos. El precio ha de ser un argumento para acondicionar el trabajo realizado al mercado, no una forma de vender de ganga lo que anda lejos de la merecer estar en un estante compartiendo la presencia de los que sí se han ganado un puesto. Cualquier padre poco entendido podría creer que su hijo pequeño puede ir tomando el contacto con el tenis con un juego de bajo coste, y ya estaría hecho el empastre. Con lo prudente que habría sido ahorrar para cualquier alternativa aunque fuera acercándose a la serie platinum.
Por vocación de título con opciones, desde luego va bien. Selección de idioma al iniciar la partida (luego están traducidas sólo unas pocas cosas, que no incluyen las voces de pista), juego en red, ‘motion capture’, editor de jugadores. Además, ha sido supervisado por los entrenadores de Jennifer Capriati, Arantxa Sánchez-Vicario y Tim Henman, de los que, así a bote pronto, cabe afirmar que sabrán mucho de tenis, pero de videojuegos, de lo que hacen los creadores de videojuegos o de lo que hacen los jugadores de videojuegos, no. Aunque todo depende de en qué haya consistido su supervisión.
Pero dejando esto a un lado, vayamos al tema sin ambages. Jugadores anónimos de rostro semideforme, buscan cancha de tenis de público plastificado para disputar partido de la ONCE. Abstenerse controladores, perfeccionistas o usuarios de consolas de últimas generaciones. Si esto hubiera salido en la Megadrive con la 32X, probablemente habría sido la bomba. Pero en diez años en una industria que mensualmente incorpora avances de forma mecánica, cabe afirmar, que el tiempo se nota. Efectivamente, seguimos en el 2004 y las cosas han cambiado.
La austeridad de los menús, el fx de la bolita que acompaña desde ahí hasta el silencio de los partidos –falta algún grito estentóreo de los tenistas, expresando su dolor ante las injusticias de una física enfermiza-, son todo parte de algo hecho para venderse barato, y que por desgracia acaba siendo caro. Los mejores momentos de tenis se viven sin tocar la cruceta, recibiendo las bolas casualmente en donde estamos quietos y dirigiéndolas cuando la vemos llegar a uno u otro lado de la pista del rival. El entramado tridimensional que crea un campo al que le falta el patrocinio Lego, podría haberse sustituido fácil y efectivamente por uno 2D en que algunos descubrirían que la cámara no tiene por qué moverse. Que llevábamos años de buen tenis antes de que alguien decidiese que era la hora de la rebelión poligonal.
La curiosa tendencia del tenista a hacer el movimiento de darle a la bola por voluntad propia –que se queda en un amago si olvidamos darle al botón o esperamos a ver qué puñetas intenta hacer- es una nimiedad en comparación a la cantidad de bolas perdidas a las que quizá un entrenamiento intensivo que el usuario no llevará a cabo -por la falta de acompañamiento de los elementos- habría mitigado.
Sea como fuere, el ensañamiento con sus carencias no hace ganar o perder partidos en Perfect Ace. Su precio modesto, algo de tiempo para lanzarse al reto misterioso de su dominio puede convertirlo en opción para ese comprador desorientado que jamás haya probado cosas mayores o al que le quemen 20 €uros en el bolsillo y le apetezca probar algo "distinto". Los demás seguiremos distinguiendo entre juegos de más allá del 2000, y reventa de clásicos de los 80 en donde las carencias no son tales y sí tienen sentido.
Añorado Match Point...