Ya lo apuntábamos hace algunos meses, y no es bueno repetir y subrayar tanto las ideas: a veces las cosas modernas esconden una extraña involución, y los fantasmas de los que huíamos, nos los encontramos de nuevo con mayores dimensiones. Es decir, si el jugador de los 80 es preguntado acerca de cuáles eran sus peores recuerdos de la época, difícilmente no responderá en torno a una de las dos siguientes situaciones: estar encerrado en un videojuego absurdo sin ver cómo avanzar, o contemplar cómo la carga de un casete se arruina a los 8 minutos obligando a repetir (una y otra vez) el proceso.
Sobre esto último, apuntábamos en su momento que la situación había variado únicamente en el aspecto. Ahora parece que los juegos ya no nos imponen largas cargas de cinta para dejarnos echar unas partidas, pero resulta frecuente que al meter el CD/DVD de un videojuego, este primero nos exija la instalación de un nuevo software, para después imponernos una actualización en un momento dado que nos deja con cara de tontos (más a los veteranos que creíamos esa fase superada) viendo la errática y preocupante forma de avanzar de una barra de progreso que tan pronto se encasilla en un porcentaje, como se llena súbitamente… si no nos devuelve a un error de carga.
Estas conclusiones se subliman estos días con el código de descarga que Sony ha tenido a bien enviarnos a redacción para el nuevo God Of War de PSP. Los UMDs siempre fueron una mala idea, especialmente evidente con aquello de revendernos películas, y ahora que el firmware de la consola permite que incluso las antiguas PSPs descarguen y no tengan que hacer uso del disco, en Sony han optado –con criterio razonable, justo es decirlo– por cambiar los envíos para prensa. Eso sí, nuestra PSP de redacción no esperaba el cambio, y la memory stick que llevaba de inicio (32 MB) no da ni para la actualización del software. Qué decir cuando el juego nos pide un giga, más cuando nos faltarán palabras al observar cómo tras 6 horas descargando, pierde la conexión con el servidor y hay que… ¿empezar de nuevo? (¿recuerdan lo de los 8 minutos de los años 80?).
Lo bueno de esas largas esperas, es que en el pasado nos sirvieron para cultivar la paciencia y la imaginación. Aquellos juegos se engrandecían a base de expectativas y por el privilegio de llegar a jugar cuando se cumplían los caprichosos trámites de la platina. Ahora, perdidos entre descargas, uno llega a preguntarse cosas, y desde la apatía hacia tanta burocracia, acaba estudiando su propia falta de motivación para volver a entregarse a Kratos… otra vez. Y probablemente sea el juego favorito en esta generación para quien escribe estas líneas.
No es hora de hablar de secuelas, precuelas, ni continuaciones cansinas, tema que al parecer también ocupa al blog hermano de cine. Pero sí para añadir una reflexión: probablemente las emociones que un jugador ha de vivir a lo largo de su vida, variando en extensión según su paciencia/devoción por el videojuego, sean sustancialmente las mismas. Vaya, que un usuario de los 80 iba a experimentar un nivel de fascinación por lo que la tecnología de la época le brindaba, similar al que con todas las resoluciones y partidas multijugador brindan los actuales tiempos. Que por mucho que las cosas hayan cambiado, la pasión inicial, la rutina posterior, el cansancio final, son fases similares que son a su vez las responsables de que con el tiempo sean los grandes productos del pasado del jugador (olvidando todas aquellas castañas olvidables), los que se recuerdan como clásicos. Y así, mientras uno recuerda como clásico al Ghosts’n goblins, un jugador de finales de los 90 hará lo propio –indignante que resulte- con Tomb Raider. Y que en momentos de espera como estos uno vuelva a jugar a Ghosts’n goblins le resulta tan natural -por más que tenga casi 30 años a sus espaldas- como pesado imaginar la vuelta a cualquiera de los juegos que sí le divirtieron en la época de Lara Croft. Un segundo. Es hora de revisar la barra de descarga de God Of War. Parece que finalmente se ha instalado. Tres días de trámites después.