Las expectativas eran altas por el nombre con el que se venía promocionando. Usar la estela de los Ghosts'and goblins para ofrecernos cualquier cosa, era algo que Capcom no podía permitirse, y demostrando el cuidado de una gran compañía hacia sus buques insignia, Maximo llega finalmente para hacer las delicias de los que conocieron el juego en las 2D.
Desde la primera noticia que tuvimos de él, todos los que a mediados de los ochenta pudimos guiar a Sir Arthur en sus trasnochadas aventuras, quedamos totalmente absortos por la posibilidad de revivir algo de lo que aquel juego nos ofreció en su momento. Paralelamente muchos usuarios menos experimentados han vuelto a ese estado que tan cotidiano les debe estar resultando últimamente, en que se les habla de las grandezas de viejas glorias, en tanto su única pregunta se centra en que ofrece en realidad el producto.
Pues bien, tanto unos como otros tienen motivos sobrados para encontrar en Maximo una apuesta segura por la diversión en estado puro, una nueva muestra de los rasgos de CAPCOM, que incansable tras el exitoso (y polémico, en cuanto a conversiones a Pal se refiere) Devil May Cry nos da otro título que debería pasar a la historia cuando menos por ser parte de la serie de Ghosts and goblins.
El juego
Si bien son varias las alabanzas que uno puede hacer para tratar de dejar bien claro que este juego por si sólo puede tener un nombre -de hecho lo tiene, y es que se han abandonado las nomenclaturas típicas de anteriores entregas- lo que primero destaca tras observar los sólidos gráficos, buenos juegos de luces y simpáticos enemigos de ultratumba es, sin ninguna duda, la jugabilidad. Puede que pase desapercibido para quienes lleven demasiado tiempo -o toda su trayectoria- enfrascados en esta época reciente de juegos que en muchos casos se asemejan al cumplimiento de trámites, pero lo cierto es que la dificultad rítmica clásica de otras épocas vuelve a aparecer para conseguir un juego que motiva a aumentar habilidades, que haciendo de la tenacidad un requisito 'sine qua non' nos induce a centrarnos al "maximo" en los numerosos ataques frenéticos contra esqueletos, fantasmas, zombies y grandes monstruos de ultratumba, un repertorio de rivales entre lo cómico y lo terrorífico con el que nos batiremos una y otra vez por decorados de criptas (al más puro estilo del original) y escenarios de fábula en que las deformaciones de suelo contribuirán a alimentar el componente plataformas que hace redonda la diversión.
La inteligente disposición de items de varios tipos, unos permanentes y otros de duración limitada, dan mayor acicate al usuario y al ritmo de las partidas. En un instante podemos pasar de estar rozando la muerte (hum... bueno, de hecho eso es la tónica general) a estar totalmente recuperados, todo para acabar finalmente perdiendo una de las valiosas vidas al calcular mal un salto a una pequeña plataforma en mitad de la nada. Y es que fieles al explicado estilo de dificultad ajena a las concesiones, si bien tras un poco de práctica las luchas son perfectamente asequibles, las vidas y continuaciones son del todo limitadas, sujetas a encontrar determinados objetos que amplien las posibilidades de seguir perviviendo en este mundo de sombras. Aquí para seguir jugando, uno tiene que ganárselo.
Para concluir, la superación de las distintas fases (muchas de las cuales pueden hacerse de forma desordenada ya que hay una fase central desde donde se guarda partida y que hace de entrada para las demás, dando una cierta libertad al jugador) puede acabarse cumpliendo en un tiempo no excesivamente largo, experiencia placentera que a muchos gustará repetir para tratar de conseguir mejores cifras en los porcentajes de superación. Y es que en este juego volver a empezar es para muchos un placer en el que los recuerdos nos hacen todo más fácil y agradable.