Ha llegado la hora, la de volver a ofrecernos una pelea a muerte que motive lo suficiente como para involucrarse y asumir el riesgo.
Una de las series con nombre propio dentro de las peleas en uno contra uno, se apunta a revivir emociones en un entorno gráfico sobresaliente.
De nuevo nos encontramos con uno de esos juegos veteranos que han vivido una relación particular con los nuevos tiempos. Uno de los que en un primer momento pagaron caro un regreso sin adaptarse a la nueva técnica -y sin aportar lo suficiente-, pero que no desaprovechan una segunda oportunidad. Y es así como vuelve Mortal Kombat, nombre ya de trayectoria que en su importancia dentro de los juegos de lucha (prácticamente coetáneo al mismísimo Street Fighter) llegó a dar un salto al cine que inevitablemente acabó en tropezón.
En comparación con las peleas callejeras de Ryu, Ken y compañía, MK ofrecía más dureza, tan apropiada para aquellos tiempos de sangrienta lucha en Dragon Ball, y además cambiaba radicalmente el estilo gráfico de trazos comic por un aspecto render en tono oscurantista. El escenario apropiado para las luchas sombrías en que realizar verdaderas hazañas carniceras: cuando entre el repertorio de fatalities algunos observamos hace justo diez años la forma de arrancar el corazón al oponente, pensamos que algo se estaba yendo de madre en las mentes creativas y, concretamente, en las salas recreativas.
Eran otros tiempos y la atención a la violencia en el videojuego todavía no era un recurso para llenar huecos informativos, no obstante a lo largo de la saga si hubieron algunos cambios sorprendentes, como cuando en consolas Nintendo (cómo no) llegó a ofrecerse una entrega con sangre verde, recurso algo repulsivo para hacer sutil el gore del videojuego.
Aquí no obstante, en este regreso en volandas merced a los recursos técnicos -apartado gráfico sobresaliente, banda sonora con canción propia-, cuando más impactante es la forma de lacerar a nuestro rival, no hay forma alguna de hacerlo sutil. Se recrea pues el espíritu original para a partir de ese punto rodearlo de alicientes. Desde una historia de corte mitológico con la que fundamentar la lucha del bien y del mal y poner defensores de uno y otro bando, hasta el generoso menú que nos permite varias modalidades de juego y una personalización de personaje.
Después, divisiones de bando aparte, acabaremos luchando contra todos, incluso contra un clon de nuestro elegido personaje, demostrando cómo el esquema clásico de ganar dos combates alternando rival sigue siendo efectivo. Añadir la posibilidad de cambiar de golpe a arma durante el juego, contribuye a los incentivos de un modo de juego ideal para dedicarle unos cuantos minutos cualquier día, acrecentando la diversión de un juego de dificultad medida y que hace que su uso pueda alargarse durante mucho tiempo. Así, las virtudes son las consabidas de este tipo de programas cuando se hacen bien: intensas peleas con que ir enfrentándonos a rivales cada vez más habilidosos, combinaciones que hacen que lo divertido sea espectacular, y un modo de lucha uno contra uno con el cual dirimir disputas con amigos o enemigos cercanos.
Una buena forma de devolver a un título divertido para hacerle volver a representar con dignidad -y crudeza- a los juegos de lucha.