No sólo existe un temor creciente a que apuestas tecnológicas como Nintendo 3DS o la futura PSP sean incapaces de batirse con iPhone gracias a la difusión de este último: App Store ha dejado de ser una esperanza para las desarrolladoras y se ha convertido en un quebradero de cabeza, el anuncio de todos los males a los que el videojuego quizá no pueda enfrentarse en la última broma definitiva de la llamada casualización.
Lo decía recientemente Jon Hare de forma muy gráfica: para un veterano los ingresos que ofrece esta vía, demasiado dependientes del azar, menosprecian a los programas trabajados arrinconándolos bajo las curiosidades o juegos graciosos. Cierto que inicialmente algunos habían pensado que permitiría el retorno de los programadores-autor, capaces de cocinar ellos mismos o con escasos aliados un juego para ser puesto a la venta, pero la práctica, el exceso de oferta y sus ofertas de saldo (con demasiados títulos directamente gratis) dibujan un panorama muy distinto.
Es en este contexto en el que Reggie Fils-Aime ha explicado cómo los juegos a 2 euros son una enorme amenaza que no sólo satura el mercado sino que confunde sobre el valor real de las superproducciones. Algo que explica diciendo que "es uno de los mayores riesgos en nuestra industria, esos juegos baratos fácilmente accesibles para el usuario; Angry Birds es una muy buena experiencia, pero es una entre las miles que por uno o dos dólares hacen creer que cualquier videojuego debería costar esa cantidad... incluso cuando muchos de ellos ni siquiera valen esos dos dólares".
Curiosamente, el propio Angry Birds verá la luz para la inminente Nintendo 3DS, una ocasión para comprobar cómo el mercado sigue acogiendo a productos con precios tan diferentes según el soporte.