Si hace poco hablábamos de uno de los títulos españoles que mejores calificaciones obtuvo en la década de los 80 -Goody- y recordábamos con resentimiento los retos draconianos que planteaba su aventura, rebuscando en el catálogo de teóricas grandes perlas que uno llegó a detestar Temptations merece una atención especial.
Hemos mencionado en otras ocasiones el triste desprecio que en cuanto a conversiones padecía un ordenador como MSX. En el caso del software español la tónica era incluso más habitual, con conversiones muy por debajo de sus posibilidades como consecuencia lógica de que en nuestro país la máquina japonesa no era ni mucho menos la opción más habitual (ante el apabullante dominio de spectrum+amstrad). Por eso fue tan extraño encontrarse con un programa exclusivamente desarrollado para MSX y con un esmero tan atípico, que le hizo ganarse puntuaciones muy elevadas por sus gráficos y la originalidad de la propuesta (un monje que quiere ser miembro de la orden Vitigudina decide que para ello librará de las fuerzas del mal al pueblo vecino).
Una entrañable melodía, una carátula simpática, un despliegue visual de órdago y que por una vez el MSX era la niña de los ojos de alguien, hizo que Temptations se convirtiera en una referencia con la que resultó sencillo pasar horas. Ahora bien, tiempo después (resulta difícil decir si el suficiente como para hacer rentable su compra) uno se enfrentaba una y otra vez a la misma pantalla, agotado por el nivel de exigencia que nuevamente obligaba demasiado a conocer de memoria cada detalle para luego ejecutarlo con rigor obsesivo (algo que repercutía muy negativamente en la libertad de movimiento). Por la misma regla de tres, sabiendo de todos sus secretos y estudiando cada paso, era posible pertrecharse de vidas extras y mejor ‘armamento’ para tener mayores garantías (algo que no sucedía en otros títulos como Abu Simbel, difíciles hasta la extenuación incluso conociendo de memoria cada paso a dar). Lo malo es que uno podía llegar con todas esas oportunidades a una nueva pantalla, y perderlas todas allí por no haber tenido ocasión de aprender nuevas rutinas… con lo cual tocaba volver a empezar.
Puede que Luigilópez, anterior grafista de Alehop que aquí hizo las veces de programador, ya hiciera bastante como para depurar lo preciso su curva dificultad, pero en el caso contrario hablaríamos de un clásico con mayúsculas, y no de una mera anécdota digna de algunos elogios. Lo cierto es que uno sentía tanto aprecio por Temptations (unan a lo antes dicho la condición de usuario de MSX) que jugaba con él regularmente, hasta que un buen día topó con un programa cuyos pokes le permitían superar la aventura haciendo trampas. Durante una larga tarde se dedicó a superar el juego para por fin ver qué secretos aguardaban en su extenso mapeado, algo que dio para dos cosas: sorprenderse por lo extremadamente duro que todavía iba a ponerse en la parte que no había visto, quedarse asombrado con el letrero final de “la próxima vez, prueba sin pokes”.