Parecía que no iba a llegar nunca, pero finalmente aquí lo tenemos.
Después de tanto tiempo el juego más esperado se dispone a deslumbrar, y es que no hay que engañarse: este juego está muy por encima de todo lo visto.
El juego... ¿o la película?
Alabar a Metal Gear, supone inevitablemente venerar a Hideo Kojima. Su responsabilidad e implicación en cada una de las entregas es tan grande que cada una de las escenas que presenciamos son pulidas muestras de sus esquemas mentales.
Hay que empezar hablando de uno de los aspectos que más ocupa (en cuanto tiempo) y preocupa (en cuanto a los jugadores que ansían acción) sobre esta maravilla. ¿Es esto cine, o seguimos todavía en un juego?
Quizá su genial progenitor debería comenzar a plantearse a estas alturas si lo que desea definitivamente es dar el salto a la gran pantalla. Con introducciones tan aplastantes como las de este juego, muy posiblemente barrería a toda la competencia en animación, y evitaría la reclusión del sector en las representaciones cómicas de la factoria de Spielberg (eso sí, harían falta guionistas más contenidos). Pero el problema es que este juego viene marcado por el ansia de apoyarse al máximo en aspectos cinéfilos cada vez más evidentes, y si las escenas de claro corte Matrix, o al más puro estilo de John Woo reinan y apabullan, los largos periodos en que olvidamos que tenemos un mando en las manos pueden cuestionar lo incuestionable. Que sí, que el juego es una obra maestra. Pero... ¿por qué esperar tanto?
Esta posible traba se hace llevadera gracias a los efectos visuales que hacen que presenciar las escenas por primera vez (bueno, algunas incluso dos o más veces) sea toda una experiencia. A este respecto, el mayor potencial de la PS2 atenúa más la espera respecto a la versión precedente de PSX, pero aún así los cortes en mitad de momentos de frenética acción se producen (¿¿por qué narices no nos cargamos el maldito codec??), especialmente tras el primer tramo que se desarrolla en la primera hora de juego...
Y es que tras ese periodo ¡sorpresa! ¡adiós a Snake! El carismático protagonista de toda la saga, pasa a un segundo plano por un planteamiento de su creador que se basa en "mitificarlo" todavía más, y si de ahí en adelante controlaremos a Raiden (un nuevo FoxHound adiestrado para buscar la gloria legendaria de un Solid envuelto en una aura de misterio) antes tendremos que presenciar un absurdo aleccionamiento cuando ya llevabamos MUCHO rato jugando. Y los diálogos de ese punto en adelante rozarán el culebrón... ¿no hay nadie en Konami capaz de moderar tanta ampulosidad teatral?