El argumento no es nuevo, surge cíclicamente. De instigadores de la violencia, alentadores del racismo o discriminadores y sexistas, todo se trata de ir alimentando críticas al videojuego. Desde mediados de los 80 en España, por las carátulas que lucían títulos de Dinamic, sabíamos de algún que otro aburrido profano al asunto que intentaba acusarle de males diabólicos. Ahora, cuando con cierta regularidad aparecen acusaciones de violencia -y con cierta regularidad informes contradicen otros informes afirmando los efectos positivos del videojuego en la inteligencia- le ha llegado el turno al tema sexista.
En una cuestión en que un colectivo de supuesta defensa de la moralidad, ha vuelto con argumentos diferentes a los reaccionarios de otros tiempos para defender lo mismo (la no exhibición del cuerpo de la mujer) tornando en su lucha contra el machismo, una igual de cerril por el feminismo, la utilización de personajes de videojuegos femeninos con "pechos grandes y ropa corta" es motivo de escándalo para el Instituto de la Mujer. Que esta realidad sea el reflejo de otras realidades que incluyen cine, revistas, televisión, mundo de la moda, es indiferente en la obcecación por el ataque trasnochado al ocio electrónico. Que los personajes masculinos puedan aparecer musculados y con el torso descubierto en otros títulos, también. Quienes tienen poco que hacer y persiguen una nueva caza de brujas, como las de los viejos tiempos en nombre de nuevas excusas que consideran igual de legítimas que sus precursores, siempre tendrán un motivo para seguir injuriando.
Para contratacar, dos sencillas medidas. La primera que se refiere a recordar una calificación de videojuegos promovida por Adese y que desde hace unos años da más información sobre el contenido del producto que en ningún otro sector. La segunda, no hacer caso a los irrelevantes. Les sobra el tiempo y cobran por perderlo.