La marcha de Keiji Inafune de Capcom tras convertirse en una de las figuras más relevantes de la compañía e icono del videojuego en Japón, ha dado para muchas historias y especulaciones, todavía turbias en cuanto a qué puede suponer para el futuro del videojuego y de su carrera, y todas vulgares comparadas con las que acaban de revelarse en lo que parece un evidente intento de lavar la imagen del autor y ningunear a su ex-compañía.
Así, según unas recientes revelaciones que se han difundido en varios medios, Keiji Inafune tuvo que arriesgar su propio puesto en los desarrollos de Lost Planet y Dead Rising. Ambos, juegos inicialmente cancelados tras la primera presentación a la compañía, y que tras trabajos en secreto bajo la exclusiva responsabilidad y supervisión de Inafune (quien se arriesgaba así a ser despedido) fueron aprobados y, posteriormente, convertidos en superventas (de hecho de tanta relevancia como para que Inafune considere que salvaron a Capcom).
Al parecer, el principal defecto de ambas sagas era el de salirse de una norma tan diabólica como incumplir la regla de que debía haber un 80% de explotación de sagas. Así, tratándose de juegos nuevos había que invertir demasiado y hasta que se vio nítidamente en qué podía acabar aquello, en Capcom no apostaron por los proyectos.
La noticia, además de llamar la atención por la cruda realidad de Capcom, hace dudar sobre qué porcentaje de secuelas impone ahora la compañía, apenas con Dragon Dogma como novedad en su agenda a medio plazo y con un plan de lanzamientos plagado de continuaciones.