La serie oficial de World Rally Car, llega a su cuarto episodio en plena forma. El título de Sony, cuyos claros rivales se encuentran en las filas de Codemasters, no confía únicamente en el peso de la licencia, en poder contar con los nombres de todos los pilotos (incluido, por última vez, el español Carlos Sainz) ni en pasear el logotipo que acompaña siempre a sus apasionantes rallies.
En lo que es el género de conducción, WRC es de aquellos juegos que tienen un “algo más” que los eleva por encima de la mera corrección. Una dedicación al detalle, que hace que desde el tacto del coche al recorrido por los escenarios ya sean lo suficientemente atractivos para justificar su adicción, son la mejor carta de presentación que se conforma por pequeños rasgos. En los escenarios por ejemplo, está su texturización, los efectos visuales especialmente rematados y que se plasman tanto en los copos de nieve que caen durante la carrera, los espectadores tras las vallas con los falsees de sus cámaras, por no hablar del humo o chispeo de nuestro vehículo cuando algo ha fallado en la conducción.
Los decorados parecen captar ese espíritu que cierta marca de vehículos resumía en un “¿te gusta conducir?”, y que hace que incluso en la más trepidante de las carreras, el paisaje sea parte de nuestra afición a competir.
En cuanto al coche, si contar con el “reparto” oficial es lo exigible, su acabado en los dos sentidos, como pulido y como “acabados” terminan los coches a medida que los sometemos a conducción desaprensiva, saben recoger el mundo del motor tanto como la acústica de las carreras, que varía según las vistas (de ellas la subjetiva, para variar es la más útil, por más que las exteriores nos asombran con los destrozos del coche) y que con los rugidos del vehículo nos introducen en la velocidad tanto como la suavidad de movimientos.
Sin que esto sea tomar el mando y saber manejarse a la perfección, si es cierto que con WRC el usuario llega y sabe lo suficiente como para cruzar meta. Lo hace después a trompicones y rozando la obligación del desguace, pero a pesar de su último puesto nota las sensaciones descritas como un primer premio para seguir alentando futuras partidas con las que es más fácil competir por auparse en el ranking. Lo hace entre quejas de la voz de copiloto, cuyas sabias guías de curvas de todo tipo, y rectas de distintas longitudes, se nos han hecho inútiles por un cerril empeño en dejarnos la yema pulsando el acelerador.
Pero sin duda, estas cosas ayudan dentro de la complicación que exige la aspiración de simulación, y si bien hay un apartado técnico en la configuración de parámetros, estos pueden olvidarse inicialmente, y metidos en campeonatos, podemos obviarlos por cuanto lo único que nos urge es la reparación al final de tramo, en la que sólo hemos de contemplar el tiempo total para arreglos, y el tiempo que exige cada concreto problema mecánico.