Si la intención de esta sección era recuperar títulos del paleolítico que en realidad nunca fueron tan divertidos y juzgarlos con perspectiva, no siempre lo hemos logrado. En muchas ocasiones había un recuerdo agriado de largas tardes perdidas en rutinas diabólicas o retos imposibles (cuando no directamente indescifrables) que llamaba a darles duro. Pero a pesar de que a día de hoy seguían siendo igual o más injugables, lo cierto es que muchos de ellos volvían a tener un encanto especial, y demostraban algo tan inquietante como que a muchos nos sedujeron en el pasado porque quizá en ellos había algo sugerente hoy perdido entre la nitidez del videojuego moderno, e incluso podría decirse que más que gustarnos los videojuegos, nos gustaban los de entonces, una parte de su evolución, y poco más.

Toda esta historia, para justificar que ahora vayamos a hacer lo contrario: hablar de uno de esos juegos que en su momento uno no valoró lo suficientemente bien, y que ahora ve como una maravilla en términos de diversión. Un concepto confuso hoy día para la generación de minijuegos chorras y tonterías varias que en ningún momento llegan a desarrollar habilidad, pilar de la verdadera jugabilidad, y que un puñado de clásicos sí mantienen.

Comic Bakery en su versión MSX.

Comic Bakery en su versión MSX.

Más justificaciones: a uno en los 80 le gustaban los mata-mata. El soldado contra un mundo de enemigos, el tipo que se desenvolvía con bravura frente a un tremendo follón de retos coloristas. Es por ello que muchos otros juegos no eran del agrado de quien escribe estas líneas aunque fueran grandes títulos. Surgió Tetris y servidor acabó enganchado a regañadientes. Boulder Dash se convirtió en mito a pesar de que al principio renegaba por no tener con qué disparar a esos extraños rivales cuadriculados.

Ah, pero el caso de Comic Bakery era diferente. Quizá fue el primer juego en propiedad. Uno de aquellos títulos fantásticos, rodeados de esa magia especial con que venían los cartuchos (para justificar un precio escandaloso, en aquel entonces), y que demostraban que el MSX… ya saben, que era otra cosa.

Comic Bakery desarrollado para Commodore gracias a la licencia de para Imagine.

Comic Bakery desarrollado para Commodore gracias a la licencia de para Imagine.

Comic Bakery parecía divertido aunque sus personajes y rivales no apelaran a la testosterona, aunque fuera de algo entonces tan poco apropiado para un chaval como un panadero protegiendo su producción. Hoy, en tiempos de cocineros elevados a estrellas del rock, quizá sería otra cosa (y quizá Konami ficharía a un Ferrà Adrià o uno de tantos modernitos del guisote para promocionarlo), pero entonces uno quería eso, acribillar malos. Y no sólo es que entonces tuviera que jugar por obligación (ya saben: los cartuchos costaban caros) y en el fondo se divirtiera: es que rejugándolo hoy, Comic Bakery es de esos pocos elegidos con los que uno acaba pasándolo bomba, retándose por volver a superar puntos y pantalla en la siguiente partida, tarareando melodía durante y después de la partida. Visto así su historia da casi lástima: concebido por un programador freelance que sólo pretendía que apareciese su firma en la versión final desarrollada en apenas tres meses, no sólo no recibió esa consideración por parte de Konami sino que esta última fracasó en su explotación a pesar de sus importantes esfuerzos, y no logró algo positivo hasta llevarlo a Msx o licenciarlo a Imagine.

Oh, Comic Bakery, sirvan estas líneas para hacerte justicia. Seguro que si alguien más vuelve a probarte más de veinticinco años después, alguien más caerá en tus redes.