La eshop de Nintendo, a un nostálgico irredento como quien escribe, le tenía que fascinar desde el primer día. Tontería descomunal como jugar a títulos de la primera Gameboy en la consola de Nintendo del momento, una cosa que cualquiera vería absurda con mínima perspectiva, nos fascinó a varios en la Fandigital al nombrarse a Mario Land, y aquello parecía iba a ser lo mejor de la propuesta de 3DS, dejando la tridimensionalidad en segundo lugar.
Luego vinieron el resto, y ni con algunos de los que uno tenía buen recuerdo, el tema demostró ser lo mismo. Descargar y almacenar pasó a ser algo decepcionante. Juegos que uno recordaba moderadamente dignos, con la pantalla amarilla y emborronada se volvían algo triste. Es más, la gracia de emular cosas de otros tiempos, había sido ya suficientemente saciada en tiempos remotos de PC como para tener que pagar por ello.
Y un día surgió Pacman, y pensando en lo divertido del comecocos, fue la ocasión para volver a intentarlo. Craso error.
Probablemente lo hayamos dicho ya: a veces hay quien no es capaz de identificar los elementos más esenciales de un videojuego, no entender
qué puede ser lo que lo hace especial. Se lía luego a la hora de modificar cosas en continuaciones/adaptaciones, y se pierde lo que no debía. ¿Cómo alguien concibe un Pacman sin mostrar toda la pantalla y admitiendo un scroll?
Recordando, lo cierto es que no es ni mucho menos un caso aislado. Por
más que uno entienda que resulta esencial ver bien el escenario y las
posiciones de los icónicos fantasmas, lo de jugar a ciegas y enfocar
sólo una parte del laberinto es un clásico en las versiones de Pacman.
Y al parecer, por algún motivo, hasta gustaba.
A uno le viene entonces a la cabeza el juego español que ganó protagonismo a costa del clásico comecocos. Una idea de bombero que irrumpió un día con fuerza en la revista de la época y que de pronto nos hizo pensar que era imprescindible volver a comer cocos. En su versión evolucionada.
Así apareció Mad Mix Game. Supuesto juego fascinante que aún muchos recuerdan con nostalgia. Otro en que nos movíamos en pantalla sin tener una visión completa, con un scroll que nos obligaba a imaginar dónde podía estar el fantasma en cuestión y no tener claro dónde podíamos habernos dejado una bolita (un coco, vamos). Nuevo reto, se dirían entonces.
Por estos y otros detalles, el juego que fue empleado por Pepsi publicitariamente (bajo el nombre The Pepsi Challenge, con eliminación
del primer nivel y alteraciones adicionales para tratar de diferenciarse de comecocos y evitar posible pleito) es una castaña del pleistoceno en que Topo seguía demostrando habilidad para varios conceptos técnicos, recursos económicos, pero poca capacidad para rematar completamente un juego. Quienes tengan curiosidad y sientan nostalgia por el comecocos... mejor que jueguen al de toda la vida.