Con un aire a lo Max Payne, por lo que éste tenía de estética de cómic, de cine negro, y de oscuridad elegante, pero con una mayor tendencia a lo fantástico de acuerdo con su temática y una atmósfera propia del género de suspense, la “adaptación de la adaptación” (pues ante todo es el título oficial de la película) saca rendimiento justo al universo de Constantine, para esta vez hacer de nosotros protagonistas.
Con escenas animadas de película, si bien convenientemente adaptadas a lenguaje poligonal y sin alargarse demasiado –afortunadamente– se nos sitúa el particular pellejo de un frío y cínico luchador de las artes oscuras que tan pronto puede hacer uso del arsenal de armas mágicas con que se va cargando (Escopeta Sagrada, lanzallamas...) como hacer uso de sus conjuros mortales para aplastar a los enemigos con los que surgen de todas las esquinas.
Estos, que aparecen por un escenario entre real y oscuro en lo concerniente a su actuación sobre la tierra, tienen una variedad que va desde el monstruo típicamente entendido, al ciudadano poseído que con sus fríos andares resulta mucho más escalofríante y según las circunstancias en las que nos lo encontremos, podrá sobresaltarnos. La atmósfera en ese punto ya camina en un buen nivel a pesar de algo de austeridad, pero sus variaciones se hacen mucho mayores en el recorrido de los 14 niveles que cruzamos entre la tierra y el infierno: cada vez que John C. se vea obligado a utilizar uno de sus poderes más particulares, ponga los pies en agua y ejecute un breve ritual basado en seguir el orden de los botones que indica la pantalla, visitaremos una versión paralela de un mundo en llamas en el que la ambientación ganará muchos enteros.
Cosas como estas las hemos visto en varios títulos, desde Soul Reaver por citar un ejemplo ya se contrastaba la vida de un mundo y la oscuridad de otro, y aquí se hará igualmente necesario para permitir un avance global interactuando en ambos sitios aunque no siempre quede claro por qué puede hacerse algunas cosas en un lado y por qué no en el otro.
Argumentalmente, lo que hace que el personaje interpretado en la pantalla por Keanu Reeves tenga más trabajo que nunca, es la ruptura de unas reglas establecidas sobre el lugar que corresponde a cada especie. Capacitado para identificar mestizos con su ‘vista verdadera’, para saber gracias a esa visión especial suya que constituye otro poder bastante rarito quién es ángel y quién diablo (y que le permite ver en la oscuridad del decorado y del interior de los enemigos), podrá así atender a quién pertenece a uno u otro bando, ahora que ambos mundos se entremezclan en una suerte de anuncio apocalíptico que le obliga a hacer horas extras y a tener que verselas con bichos mucho más desagradables (y en cantidades muy superiores) a lo que es habitual en su extraña vida.