Hubo una época, cuando el videojuego tenía más de juego que de video, cuando sus ingresos como sector no estaban por encima de los del cine y sus usuarios eran claramente minoritarios, en que sus dos mayores símbolos y representantes eran Sega y Nintendo. En las generaciones de 8 y 16 bits se formó una comunidad de seguidores que se afiliaban a u otra compañía haciéndose al mismo tiempo defensores de una serie de características que si bien ahora parecen difícilmente distinguibles, no podían parecer entonces más contrapuestas.
Fruto de esa distinción, las respectivas mascotas de ambas marcas cobrarían una importancia vital en una disputa de fieles que parecía que iba a eternizarse. Tiempo después, el cambio generacional a las 32 bits tuvo en el intrusismo de Sony el inicio de un cambio que desembocaría en un giro total: Sega terminaría por desaparecer con Dreamcast, en tanto Nintendo perdería su liderazgo.
Volviendo a los tiempos en que todavía se descubrían conceptos en 2D y la tridimensionalidad poligonal era un terreno por explorar (de hecho aquí se recoge una de las primeras muestras con Sonic3D), Mario y Sonic venían a significar cosas distintas dentro de un género común como el de las plataformas.
El incansable fontanero de bigote, que había dejado de salvar a su dama de las garras de Donkey Kong para saltar (nunca mejor dicho) a otros nuevos rescates, era en apariencia más medido y dotado de profundidad, en tanto Sonic era más espídico y dirigido no tanto a apurar el salto como a hacerlo con rapidez y reflejos. A la hora de la verdad, Mario protagonizaba escenas de gran velocidad llegado el momento, y sus añadidos y los secretos de sus pantallas no estaban demasiado lejos de las posibilidades ocultas de su rival. Sus escenarios, si bien con distintos diseños y tamaños, eran igualmente luminosos y optimistas, ambos trazados con la inocencia propia de un producto que encontraba un público mayormente infantil.
Aunque sus seguidores lo vieran de otro modo, Mario y Sonic no estaban tan lejos, sólo corrían en casas rivales, con una rivalidad que comparado con la actual tenía la misma sencillez que las disputas que estos vivían dentro de sus amables pantallas. Y el tiempo no haría si no demostrarlo, antes o después acabarían juntos de alguna forma.