La llegada de Wario Ware a GBA supuso en su momento una de las más grandes exhibiciones de reinvención de las que ha sido testigo el videojuego, y una razón de peso para creer que en Nintendo se sigue apostando por una vía propia de cara de seguir evolucionando. Es por ello en parte que Wario Ware Touched! le viene que ni pintado a Nintendo DS: ambos, juego y consola son igualmente representantivos, encuentran un camino distinto y sorprendente respecto a lo convencional. Pero además, encaja como anillo al dedo porque, aparte de filosofía, difícilmente puede haber un título que represente mejor las posibilidades de la nueva portátil y que le saque partido con tanta habilidad: su sucesión de minijuegos parece como si hubiera estado siempre concebida para ser jugada en éste soporte. En él su creatividad y originalidad eclosionan de forma definitiva, y el modo en que la afrontamos armados está tan bien traído, que se convierte sin duda en la mejor manera de tomar contacto con la nueva nintendo.
[La pluma es más fuerte que la espada]
Recordemos la idea original de Wario ware. Una sucesión de minijuegos acortados a escasísimos segundos en que averiguar qué hacer, y hacerlo. En sí el procedimiento no suele ser complejo, parece tratarse más de un reto psicotécnico y de reflejos deductivos. Lo que hace la experiencia impresionante es lo frenético, su ritmo, la creatividad y un sentido del humor que funciona aliado a un diseño que roza en varios momentos lo artístico y que supone una exhibición de imaginación pocas veces vista (de hecho, aún a riesgo de resultar excesivamente categórico, podría afirmarse que nunca vista).
Cómo se ha mencionado arriba, las nuevas opciones en el modo de juego con pantalla táctil, se han amoldado a la perfección en esta nueva entrega y el delirio ha llegado a un punto que se intuye difícilmente superable. Si la utilización novedosa del “lápiz” para interactuar con los sucesivos retos es sencillamente magistral y viene acoplada totalmente para demostrar todo su potencial, incluso una opción adicional a la que no se ha prestado demasiada atención sorprende cuando se pone en funcionamiento: nunca antes en un juego habíamos tenido que soplar, y ésta vez, gracias al micrófono de la DS, habrá que hacerlo. Puesto que esto puede resultar demasiado extravagante para ser entendido, es aconsejable recalcarlo: soplar. Al micrófono. Soplar a la consola. Literalmente.