A mediados de los 80, un juego como kung-fu master era casi un icono del género de lucha, un símbolo de lo que años después desarrollarían siguiendo su estela los Double Dragon, Final Fight y Golden Axe. Que todos estos acabaran convertidos en reyes de los recreativos durante la época de apogeo de los 16 bits no es algo casual, de alguna manera apelaban con mayor habilidad que otras variantes a los gustos del público natural del videojuego de aquel entonces, necesitado de adrenalina y de una réplica al cine del ‘hombre de acción contra el mundo’.

Una variante de lucha, no obstante, acabaría compartiendo protagonismo de manera inesperada con todos aquellos, el célebre Street Fighter 2. Inesperada porque frente a aquellos y su lucha inserta en una aventura de avance lateral, volvíamos a escenarios estáticos y a un uno contra uno que tradicionalmente se había resuelto de manera claustrofóbica: golpes contra un solo tipo, fácil librarse de los primeros, desesperante –y casi dependiendo de trucos o del azar– a partir de ciertos niveles. Pero sobre todo inesperada porque el primer Street Fighter aburrió a propios y extraños, un tiro al aire de Capcom que hace comprensible que casi se descartara una continuación en esa línea y que Final Fight fuera proyectado inicialmente como secuela del mismo.

Pero no todo en el uno contra uno era Street Fighter. Eran muchos los títulos que buscaban ese enfrentamiento, todos con similar nivel de limitaciones. Ninguno prácticamente destacable, sobre todo cuando tiempo después comprobamos cómo funcionan alguno de los más emblemáticos. Y ya que uno tiene su propio repertorio de obsesiones, qué mejor que apuntar a Yie Ar Kung Fu.

Proveniente igualmente de un arcade para recreativa, el salto multiplataforma iba a ser nuevamente generoso con un ordenador con el que durante años vivió un idilio que compensaba a los usuarios del MSX de otras desdichas. Pantallas previas al enfrentamiento recaudando items, enemigos individualizados en sus diferencias y escasos movimientos pero para entonces muy bien nivelados, hicieron triunfar de manera relativa a un juego que gozó de una secuela limitada a soportes domésticos un año después. Contar con la primera luchadora femenina por delante de Chun Li y haber sido recuperado en diversas ocasiones (compilaciones para GameBoy Advance o incluso Xbox Live) no hacen a Ye ar Kung Fu más jugable ni más apetecible en la actualidad. Por el contrario, recuerda lo limitado y cuadriculado que resulta cualquier título de este tipo hasta la llegada del citado SF2. Pero sí es llamativo que incluso en los años más poderosos de Konami, en que la compañía parecía capaz de todo y se atrevía con cualquier variante, incluso cuando Capcom arrasaba con SF y Namco plantaba cara, nunca aspirase a desarrollar su propia franquicia. Puede que el experimento lo efectuaran con Martial Champion, y los tibios resultados obtenidos frente a su éxito en otros múltiples juegos, les hicieran pensar que allí había poco que rascar. Habría estado bien ver cómo podía haber evolucionado Lee y el resto de personajes, haber llegado a estos días en condiciones de lograr un crossover con Capcom de esos que tanto se estilan en estos días… sólo queda este recuerdo desabrido y la duda de qué podría haberse hecho con semejantes mimbres.