Programador de U.S. Gold pierde una copia del Gauntlet en un taxi.

No, no lo veo. Le falta un no sé qué. Un Facebook y un Twitter de apoyo, por más que a nuestro estimado corrector de texto no le gusten las redes sociales (se empeña en llamarlos Factbook y Twister, mayúscula incluida). Unos cuantos blogs de friki-seguimiento. Estar de moda para un mundo ocioso que atiende a las noticias informativas masivamente sólo cuando parecen un chiste.

Sucedió con la promo del iPhone, sucede ahora con una Playstation Vita. Se dejaron una en un bar, una en un taxi, y todo el mundo habló de ello. Con todo uno duda que hace 25 años habría marcado la diferencia en un juego de Amstrad.

Y pese a ello, Gauntlet tenía un status maravilloso, como pocos juegos en la época. Cosa rara, como hemos mencionado una vez: el juego era simple de narices, el componente RPG superficial como pocos. La acción era rudimentaria, el multijugador su única esencia. Y las conversiones especialmente tristes.

Es por ello comprensible que las secuelas fueran incluso peores. Y llegaron hasta Playstation, de ahí hasta nuestros tiempos, demostración de que efectivamente lo de Gauntlet tenía tirón. ¿Pero cuál?

¿Sería su portada? ¿las portadas de una época que algunos querríamos coleccionar como póster? (nota: ¿no hay ninguna empresa que venda pósters de juegos de los 80? ¿de los Azpiri, de los clásicos de Ocean, Konami etcétera? Debería…). Sería que algo como su principal característica, el multijugador, era un bien tan básico como escaso por aquel entonces.

No son casos únicos. Hay nombres cuya leyenda en los 80 no está a la altura de su contundencia como juego, algo que en definitiva pretendíamos denunciar desde este blog. Algo que a poca gente puede importarle ya, en realidad: es sólo una cosa para veteranos batallitas que por otro lado ya se han sumergido las suficientes ocasiones en los clásicos como para hacerlo una vez más.

En todo caso, tengo una copia del Gauntlet. Cosa de los mitos de otros tiempos: de toda la colección de clásicos, uno de los pocos juegos que uno conserva es el Gauntlet. Y este redactor ha decidido sacrificarlo por una justa causa. La próxima vez que suba en un taxi, sea cual sea el destino, lo dejara abandonado en la butaca del copiloto. Hecho con suficiente acierto, si el taxista no reclama (“oye, que te dejas esta cosa”), quedará ahí. Después igual aparece promocionado en algunos medios. Alguien puede que incluso lo ponga en su reproductor de cassettes si tiene uno todavía, y alucine con sus chirridos. En todo caso devolveremos la fama a un superveterano, motivo de gozo y alborozo. Gauntlet is back, y si no, al tiempo.