Uno de los juegos más esperados para empezar a nutrir de software de calidad a la todavía desvalida PS2, aparece en escena como un juego relativamente mediocre en conversión poco elaborada del juego que arrasó en PC hace ya dos años.
Son ya varios los meses que separan el lanzamiento de la nueva máquina de Sony, del de este videojuego que parecía dar algo de interés a su repertorio de software. Lleva este ya demasiado tiempo mortecino, levemente adornado por productos en mayor o menor medida grises que siguen sin justificar la existencia de esta nueva máquina, y lo que es peor, la defunción prematura de Dreamcast.
Con este tiempo por medio -acrecentado por el que ya se lleva en Japón trabajando con la máquina- las excusas de la díficil programación de un nuevo soporte no pueden seguir siendo la justificación para todo, y no se puede seguir mirando al horizonte encontrando consuelo en la posibilidad de jugar algún día lejano al nuevo Metal Gear, o a la tercera parte del Gran Turismo. La situación se puede describir de "temporalmente desalentadora", porque todos los productos de más interés son aquellos que se han ganado el nombre en otros soportes, y no hay uno solo que parezca dispuesto a conseguirlo por si mismo sin valerse de conceptos de juego ya creados, o famas ya consolidadas.
Con Unreal Tournament para variar, nos encontrabamos en esta situación. Un juego que con más de dos años desde su salida en PC, se nos presentaba ahora como la mejor alternativa. Y lo triste es que un PC del año 1999 puede con PS2 ya que esta conversión deja visibles lagunas gráficas, y problemas serios de conceptualización como puede ser sacar un título de estas características diseñado expresamente para jugar en red, dando sólo la posibilidad de jugar con cuatro mandos a pantalla partida.
Sigue siendo un shoot-em'up tipo DOOM con su inevitable carga de diversión, pero la falta de nitidez gráfica en diversas situaciones, y las ralentizaciones en espacios abiertos, ponen en evidencia que la salida de éste título no encuentra justificación más allá de aprovecharse de su nombre (insisto: ¡del que tenía hace dos años!) y ofrecer horas de indudable diversión a quienes no tienen otra cosa. Y vale que a falta de pan buenas son tortas, ¿pero hay mayor afrenta para una nueva consola que ofrecerle un juego de PC ya pasadito que no puede mover con soltura?
Sin duda todos aquellos que defienden día a día las ventajas de una consola sobre los funcionales PCs, tienen un motivo para preocuparse.