El otro día lo anunciábamos, Jordan Mechner vuelve al videojuego, y la noticia nos pilló a muchos con el pie cambiado. Uno durante una época siguió mucho los pasos del tipo responsable de uno de los juegos más revolucionarios de PC, y asumía que el susodicho jamás volvería a estas labores, no más allá de cuestiones de guión y supervisión, algo que probablemente sea lo que realmente limite sus nuevas funciones: orientar, dar el visto bueno, lograr que su primera criatura sea redescubierta en manos de avezados informáticos del momento.
Mechner había aparecido siempre como una rara avis solamente de paso en el videojuego tras llegar casi por accidente, alguien cuya obcecación con el séptimo arte le llevó a ser revolucionario donde nadie lo había intentado con tanto énfasis, haciendo que el videojuego bebiera de él con esos movimientos alambicados y sorprendentes en Prince of Persia. Demostró además con aquel su buen gusto y tener un concepto de reto muy equilibrado, gracias a un planteamiento heredero del título que ahora quiere traer de vuelta: Karateka.
Atendiendo a aquel lejano juego de debut, se ven en sus rasgos de manera clara qué movía a su creador, haciendo fácil entender que en PoP apenas tuvo que pulir conceptos y extenderlos para hacer de aquel el superventas mítico que fue. Así, Karateka ya hacía gala de una fluidez de animación impropia del 1984 en que fue lanzado, si bien todavía no alternaba la movilidad de pantallas con los enfrentamientos uno contra uno sino que nos encerraba en escenario a esperar el próximo rival. La influencia cinéfila era evidente en sus ambiciones de contar historia: con tiempos perdidos intolerables a día de hoy para lo poco que supone una imagen que entonces parecía enigmática, la escasa melodía reforzaba lo evidente de sus intereses audiovisuales.
Es difícil entender viendo Karateka con un poco de objetividad, qué pretende Mechner más allá de evocar la nostalgia de aquellos tiempos en lo personal, tirar del recurso de marketing de su nombre en lo comercial. Los engranajes con los que se encuentra son demasiado precarios, lo que haga cabe deducir que tendrá tan poco que ver con su título como el primer Prince of Persia con los de la generación Playstation. Sin duda el PoP tiene ya demasiado remake y continuación como para poder echar ahí sus zarpas, pero incluso desempolvando alguna versión antigua y cambiándole un par de colores, probablemente tendríamos algo más atractivo que lo que nos llegará en un tiempo. De un tipo desmotivado por el videojuego, vinculando a un solo nombre por grande que sea, se puede esperar poco abordando algo tan cuestionable como una reconstrucción de título olvidado en el formato de descarga digital. Ojalá nos equivoquemos, pero si en los 80 muchos juegos eran precarios por estar dando los primeros pasos en la creación del videojuego, hoy muchos lo son escudándose en el consumo rápido, los precios reducidos y la avalancha de la competencia que hace difícil destacar por la justicia del buen resultado.