Konami sigue intratable, y cuando explota sus mayores filones demuestra su mimo y experiencia para seguir cimentando grandes sagas que ojalá nos acompañen para siempre. Una de las de mayor tradición es CastleVania, que aparece en escena junto a GameBoy Advance para darnos una auténtica obra maestra
En el contexto de la incipiente admiración que Konami se empezaba a forjar en la segunda mitad de los 80 con títulos como Nemesis , iniciando su andadura de éxitos para el MSX2 que daría dulces frutos como Metal Gear, un Vampire Killer impactante, desde su título hasta su carátula pasando por una brillante realización técnica, levantaba pasiones rubricando un arcade que perfectamente podía ubicarse en la sección de clásicos y que de hecho, la lideraría por méritos propios.
Escapó del MSX2 para continuar andaduras por NES, PcEngine, una inevitable incursión en coin-op, SNES, PSX, N64, Gameboy... y todo ello con numerosas secuelas e incluso alguna precuela: saltos adelante y atrás en el tiempo amparados por la inmortalidad del rey de las sombras, el vampiro líder que con su impecable estilo y glamour lideraba a una inmensa horda de vasallos del mal, que se enfrentarían sin éxito contra nuestro impertérrito protagonista.
De manera muy significativa, su incorporación a las nuevas máquinas 32-64 bits puso en evidencia las dos tendencias de las que reiterativamente hablamos en esta revista: espectáculo y diversión. Tratando de exhibir derroches, de trasladar como parecía ser obligación las luchas contra el siniestro Drácula a las 3D, un juego que pecaba en demasiados momentos de descontrol quedó a las puertas de la gloria. Si esto sucedía en Nintendo 64, la versión de Playtation, "Symphony of the Night", basándose en la de PC Engine a la que rendía tributo desde un principio, retomaba las bases de siempre para explotar las 2D y volver a esa evolución que se defendía años atrás: el progreso en la elaboración de juegos se evidencia en mejor música, mayor elaboración argumental, y mejor aprovechamiento gráfico. Todo ello sin cambiar de género. El resultado fue prácticamente incuestionable: la mejor aventura de la serie, algo de desproporcionado mérito más cuando el estilo que defendía resultaba algo anacrónico...
Pero es que la riqueza ambiental de sus fases, las sobrecogedoras melodías que reforzaban el título del programa y la atmósfera que tan plausiblemente crearon, hicieron que fuera imposible negarse a sus virtudes, y consiguieron que pasará de extemporáneo, a intemporal programa de culto.
Y ahora, con la llegada de la Advance, éste ha sido el modelo a seguir y trasladar. Con las arquetípicas variaciones argumentales, iniciadas por una ya poco sorprendente resurección efectuada por el trastornado de turno, el discípulo de uno de sus anteriores contendientes muy envejecido, vuelve a deambular por esas inmensas estancias que tanto nos sobrecogen en busca del restablecimiento del orden natural de la vida y la muerte.
Los controles, clásicos pero con incorporación de opciones heredadas en gran parte del citado predecesor, nos permiten hacer un buen uso del repertorio de botones de la GBA, a la vez que nos dan una manera intuitiva de manejar el tremendo enramado de opciones cuasí roleras del que goza este Castlevania. Ello repercute en una mayor absorción del jugador, devolviéndole sensaciones de antaño que agradecen quienes las tuvieron, y descubren quienes no tuvieron la gloria de experimentarlas.
De los títulos debutantes para la nueva pequeña Nintendo, este es sin ningún género de duda el más destacado, y lleva consigo una valiosa invitación para sus afortunados usuarios de soñar con lo que les espera por delante.