La aventura gráfica, el género que dio durante los 90 algunos de los títulos más destacados de la época y entre los que se encuentran los Monkey Island, Loom, Maniac Mansión o Simon The Sorcerer por citar algunos ejemplos, nació como una evolución de la aventura gráfico conversacional a la que se aportaba una interactividad gráfica. En la anterior, el modo de operar se basaba en las simples instrucciones de texto y una forma de comunicación entre exigente y estresante, y que tuvo uno de sus mayores exponentes en España en la división de Dinamic AD (Jabato, La Aventura original, y antes El Quijote por citar otros).
El caso es que de la misma forma que estos últimos se volvieron mecánicos, repetitivos y excesivamente herméticos, a la aventura gráfica le terminó por suceder exactamente lo mismo, y lo que en un principio pareció ser una liberación al tradicional encierro de los personajes en el juego, terminó por evidenciar una linealidad a la que en su mecanización cada vez se ponía menos remedio.
Con decenas de títulos en su mejor momento, son pocos los representantes a día de hoy que siguen practicando esa fórmula, y por ello resultaba extraño que el equipo de Quantic Dream por medio de Atari apostara por esta vía.
Aunque a la hora de la verdad, lo que han armado es bastante diferente, una suerte de película interactiva repleta de elementos originales y que gana mucho gracias a su impecable puesta en escena.
Silencio, se rueda
Si para muchos jugadores la combinación de cine y videojuego no ha sido nunca una conquista satisfactoria, por lo que ha supuesto de ralentización de ritmo, constantes interrupciones y pasar demasiado tiempo atendiendo a las maquinaciones argumentales, Fahrenheit se muestra desacomplejada al titular y tratar la aventura de esta forma. Para empezar, un breve tutorial nos explica cómo operar durante “la película”, como manejar las cámaras, cómo interactuar con los objetos, dialogar o participar en escenas de acción rápida. Y siempre usando el término “película”.
Estas escenas de acción, se desarrollan con un sistema que se basa en el rápido seguimiento de las señales que aparecen en la pantalla indicándonos qué direcciones debemos marcar con los sticks, en un estilo que practicaron décadas atrás las producciones del dibujante Don Bluth Dragon’s Lair o Space Ace, con la salvedad de que entonces el éxito se basaba en una desmedida intuición, o en la experiencia de la práctica. Aquí sigue la senda marcada por Shenmue o RE4, y resulta sumamente efectivo por más que imponga un alto nivel de reflejos.