En pocas ocasiones un nombre se presenta para quedarse en forma de referencia, pero en adelante todo título venidero que ose llevarnos de vuelta al lejano Oeste se comparará con Gun. Así de categórica ha de ser una introducción hablando del último lanzamiento de Activision, desarrollado por Neversoft, la compañía que desde hace casi una década no se salía de la serie Tony Hawk en que se había especializado con excelentes resultados. El resultado todavía nos tiene descolocados a la hora de redactar estas líneas, echando de manos el sombrero vaquero y el caballo al que hasta hace poco montábamos. Cuando un juego es capaz de quedarse hasta tal punto de que te llevas una parte de él al apagar la consola, el éxito está totalmente conseguido, y en ocasiones como esta, es sencillo describir qué es lo que lo ha logrado, aun cuando sea un cúmulo de circunstancias.
Empecemos por algo que no suele ser demasiado convincente para los jugadores más puristas. Gun tiene una historia repleta de imágenes pregrabadas que nos introducen en escenas concretas, y esos tramos no interactivos, tiene una presencia importante. Ahora bien, su guión es tan sólido que no sólo nos obliga a atender a sus designios, si no que aciertan al distribuirse de forma lo suficientemente repartida como para que en ningún momento se nos haga pesado. Al contrario, esos cortes que van salpicando la trama saben llevarnos de un escenario a otro, de un modo de juego a uno totalmente diferente, y cuando uno empieza la partida y se siente tan bien arropado e introducido en los controles, con una progresión tan sumamente estudiada, el Oeste simplemente se ha abierto paso en su pequeña pantalla.
El juego
En el tramo inicial el argumento nos permite adiestrarnos en los controles mientras deambulamos con quien creemos es nuestro padre enfrentándonos a la naturaleza. De caza por un entorno idílico cuya puesta en escena parece salida de Bailando con Lobos, ese inicio resulta sugerente y suave, una entrada magnífica para cuando el cambio de ritmo nos imponga intercambiar pólvora con una bandada de rivales en el primer enfrentamiento. Para llegar a él, la historia empieza pronto a soltar perlas, y con ellas vamos a parar a la primera ciudad a la que llegaremos en poco tiempo (o al menos esa sensación da) y a lomos de un caballo. Aumentando allí el repertorio de armas y eludiendo aniquilar prostitutas en un Salón en medio de un clímax de percutores estaremos tan absolutamente enganchados que la llegada de los indios –y en masa– poco tiempo después nos llevará a preguntarnos por qué hemos estado tanto tiempo privados de un enfrentamiento tan clásico. Qué demonios hacíamos que no sabíamos de nuestro añorado Oeste.