Aquí está otra vez, adentrándose en el soporte idóneo para albergar joyas añejas. Gradius llega a la GBA con las alteraciones suficientes para rearmar el interés de un producto cuyo origen lo está en el génesis mismo del videojuego.
En un período de tiempo no excesivamente largo, las aventuras de la saga Gradius -y la reiteración debería liberarme de recordar su nombre europeo "Nemesis"- han vuelto a escena para aquello que siempre vuelven los clásicos: aprovechar el filón de los nostálgicos, y al mismo tiempo recuperar la adicción que les hizo merecedores de un puesto en el recuerdo para divertir a nuevas generaciones.
En este caso, la innecesariedad de un potencial básico lo hacía ideal para un soporte como la Game Boy, y de esta manera hará cosa de un par de años ya fue lanzado para la GBC en uno de los volumenes de Konami's Classics junto a otros tres programas. Esta misma idea fue la que hizo algo incongruente el tibio lanzamiento junto a la PS2, pero aún así tenía los rasgos marca de la casa que le daban su innegable atractivo.
Es ahora la Advance la que lo recibe sin excesiva expectación más allá de su fiel público y algún que otro seguidor vocacional de la filosofía del matamarcianos, y lo hace con la necesaria corrección para hacer apetecible de nuevo rendirse a sus cualidades.
Con las necesarias alteraciones gráficas -adiciones en los tradicionalmente austeros fondos espaciales de por medio- y nuevos niveles, Gradius repite la mecánica archiconocida con su sempiterna distribución de items, y no deja de ser un nuevo episodio de una serie que nunca ha buscado en sus secuelas revolución alguna. En esta ocasión, la utilización de 'continues' utilizables en sesiones posteriores -que no obliga a tener la maquinita encendida y seguir dándole para no perder los avances- humanizan más un juego cuyo nivel de dificultad ha hecho de la experiencia algo, si bien generalmente asequible, enervante por momentos enloquecidos.
Las 8 fases de que se compone, responden a un esquema a la vieja usanza. Con una distribución muy parecida a la de versiones anteriores, se nos muestra un despliegue gráfico que nos hace dudar si esta versión es incluso en este aspecto más atractiva que la comentada de PS2. El oscuro entorno puede repercutir en problemas de visibilidad sin una fuente de iluminación apropiada - tal y como ocurriese con Castlevania (también de Konami)-, pero en general este punto cumple holgadamente, quedando por encima de un apartado sonoro sin exhibiciones.
Pero la conclusión es la inevitable: este juego no engaña ni sorprende, es ni más ni menos un Gradius/Nemesis de siempre, con las justas aportaciones para hacerlo apetecible a sus aficionados. Y de todo ello surge una pregunta:
¿Para cuándo un Parodius?