Shadow of the Colossus es una maravilla gráfica y narrativa. Un título que mantiene al jugador en vilo de principio a fin.
Fumito Ueda tenía el listón muy alto para superarse tras el juego que daría nombre a su estudio de desarrollo. Ico, uno de los lanzamientos revelación que apareció para PlayStation 2 hace ya algunos años, lo tenía todo. Gráficos maravillosos, fotorrealistas; una historia encantadora, tierna y absorbente; una línea de dificultad asequible; una ambientación fascinante y verosímil, tanto en el apartado gráfico con las neblinas y asombrosos efectos de luz, como en el sonoro con la ausencia de banda sonora y la mera presencia de las pisadas, el inquietante viento, los chirridos; unos protagonistas carismáticos, y un objetivo sencillo e innovador: escapar del castillo.
Todos los detalles estaban cuidados, desde la arquitectura de las salas hasta la fluidez y la suavidad en el movimiento de los personajes. La IA de Yorda, la princesa a la que debíamos guiar durante todo el juego con la ayuda de nuestro personaje, será recordada como una de las mejores jamás creadas. Aunque hablara en un lenguaje incomprensible, sus gestos y sus reacciones eran humanas, creíbles, reales: si golpeabas con un palo, se asustaba; si tenías dudas para superar un puzzle, ella señalaba los objetos más apropiados para resolverlo; corría a trompicones, miraba inquieta a su alrededor, observaba nuestras acciones.
Por todo esto, Ico pasaría a ser considerado un hito, un juego que apenas obtuvo publicidad pero que explotó la capacidad de PlayStation 2.
Con todo, lo ha logrado. Shadow of the Colossus es una maravilla gráfica y narrativa. Un título que mantiene al jugador en vilo de principio a fin, sin otro objetivo que el de destruir a dieciseis malvados (y realmente enormes) jefes de fin de fase. No descansaremos satisfechos hasta derribar al último de ellos, todo gracias a la magia de Team Ico.
Una vida a cambio de dieciseis
El juego comienza con una secuencia en la que conocemos a los dos personajes principales: un chico joven, del que no sabemos siquiera el nombre -armado con una antigua espada-, y Agro, su caballo, que toma el relevo del papel de Yorda en ICO, ya que es un personaje con reacciones propias que responde a nuestra llamada, huye de los enemigos e incluso atrae su atención.
La pareja llega hasta un templo, en cuyo altar depositan el cuerpo de una chica fallecida, víctima de un sacrificio humano. En ese momento, aparecen unas misteriosas figuras en forma de sombras (similares a las aparecidas en Ico), que son repelidas por la luz que emana de la espada de nuestro protagonista.
Ante tal reacción, una entidad divina conocida como Dormin se manifiesta en la sala, y es impelida por nuestro héroe para que devuelva la vida a la muchacha que yace en el altar. Y Dormin acepta, a cambio de la colaboración del joven: la chica recobrará la vida tan solo si logramos eliminar a los dieciseis Colosos que habitan en el valle en el que nos encontramos, representados por dieciseis estatuas.