Vampiros… y pokemon
Antes que nada y para quienes no tengan idea de los derroteros por los que se conduce este episodio, se impone explicar un título tan inquietante como el que hace referencia a la tropa de Pikachu (aún cuando aquí la temática suela tratar de entes que vuelven del más allá para acabar con nosotros). La analogía viene a cuento porque en todo lo que es la parte de RPG potenciada, y que va desde cruces de armas moldeadas a nuestro criterio, aumento de fuerza y perfeccionamiento de los ítems que usamos a medida que se avanza, etc, se ha añadido la figura de los ‘demonios inocentes’. Estas figuras extrañas nos acompañarán tras su encuentro y de su manejo (incluyendo salud) deberemos preocuparnos repercutiéndonos de forma muy positiva en nuestra aventura. Así, tener a un monstruo gigantesco repartiendo a diestro y siniestro y evitando nuestra soledad por las interminables grutas por las que nos conduciremos, o a un pequeño ente pululante dispuesto a restablecernos energía en tanto esté apropiadamente avituallado, es un elemento novedoso y que ayuda en nuestra misión.
Hay que decir, que esta no es excepcionalmente difícil en comparación con la atendida en otras entregas, que podemos zafarnos muy fácilmente de los primeros niveles (encontrando escollos sólo en forma de final bosses) y que las formas laberínticas no revisten un especial enrevesamiento como los que otras veces nos hemos encontrado. Eso no repercute en falta de acción, aunque sean muchas las estancias que incomprensiblemente hayan quedado vacías aun cuando contribuyen al aura de soledad que rodea a nuestro personaje.
Los cruces inquietantes con los personajes en el devenir del argumento seguirán esa misma línea, y la historia del maldito pueblo de Valaquia, nuestro papel como desertores de las filas del maligno, dejará un poso que nos acompaña durante y después de la partida.
Asumiendo que posiblemente todo lo visto no impacta, que tales retos han de dejarse para el que será su próximo episodio en nueva generación, si hay que reafirmar un cumplimiento digno en lo visual, y una puntuación elevada en la música. A la banda sonora no cabe hacerle objeción alguna y es en todo momento auténtica moderadora de las emociones, ambientando sin fisuras, modulándose para no sobrecargar nuestras idas y venidas. Con toda la emoción que llega a transmitir de Apocalipsis, con su regia presencia salpicada por la esencia de los tonos Castlevania, sus silencios son lo que más atención despiertan, síntoma inequívoco de un cambio que cuando es el del enemigo de final de fase –ya acompañados orquestalmente– nos obliga a dar lo mejor de nosotros mismos.
Puede que en la larga y excepcional vida de la saga esta no destaque como la mejor de sus representaciones, aún cuando no sea cuestión pacífica precisamente determinar la mejor de ellas (más con lo injusto de juzgarlas en épocas tan diferentes y soportes tan variables). Es posible que no lo de todo por explotar definitivamente a Ps2, pero eso no lo hace mediocre en ningún sentido cuando sí destaca en varios. Y seguro que sus más firmes defensores encontrarán importantes virtudes. Ahora toca esperar. En algún lugar Drácula vuelve a estar despertando, sólo queda saber con quién nos tocará volver a vencerlo.