Muchos años han tenido que pasar para que Square-Enix se decida a importar uno de los juegos de su filón madre. ¿La causa? El miedo a vender un producto excesivamente japonés, con gags y reminiscencia de su cultura que no pudieran ser comprendido en el extranjero. Pero no podían estar más alejados de la realidad. Dragon Quest es una obra de arte, tanto a nivel estético como argumental, aquí y en todas partes.
La veteranía es un grado
Lo cierto es que nos hemos malacostumbrado a Final Fantasy. En Europa es la saga de rol más conocida y apreciada. Los personajes son carismáticos, los escenarios enormes y magníficos, y las tramas absorbentes. En sí, Final Fantasy ha creado escuela, tanto por lo excelente de su sistema de menús como por su cantidad de misiones secundarias, extras y posibilidad de merchandising. Vaya, ¿quién no conoce a los chocobos?
Pero en Japón, los chocobos compiten en popularidad con otro monstruito. Los slimes (traducido aquí como limos), uno de los personajes redundantes en la saga, equivalente a los moguris o los cactilios en Final Fantasy. Square-Enix reconoce que su verdadero filón se encuentra en Dragon Quest, y nos deleita muy de tanto en tanto con un nuevo lanzamiento. Dragon Quest VI y Final Fantasy VI compartieron estante en las tiendas. Podréis haceros así una idea de su periodicidad, ya que Final Fantasy va por su duodécimo título, mientras que la entrega de Dragon Quest que nos llega ahora es la octava.
¿Y qué encontramos en ella? Un juego de rol chapado a la antigua, aderezado con la tecnología que exprime la capacidad de PS2, con una historia trágica, pero repleta de situaciones de humor. La trama comienza cuando Dhoulmagus, un mago vestido de bufón, ataca el castillo del rey Trode, transformándolo en rana, mientras que a su hija, la princesa Medea, la convierte en una yegua. El papel protagonista recae en un soldado del castillo, el único que no ha sufrido los efectos de la maldición (y que no tiene nombre ni habla en ningún momento, como sucede en títulos anteriores, para reflejar que se trata de nuestra propia imagen introducida en el juego), y que acompaña al rey en su odisea para revertir los efectos de la maldición. Pronto se unirán otros personajes al grupo: Yangus, el ladrón bondadoso; Jessica, una hechicera con mucho carácter; y Angelo, un templario mujeriego, cada uno con sus propios motivos para derrotar a Dhoulmagus. La aventura está servida.