Rol a la vieja usanza
Lo primero que sorprende con Dragon Quest es su corte clásico. La vida de los personajes se recupera pasando una noche en la posada, y la partida se guarda en las iglesias. De hecho, en la puerta de los edificios encontraremos los típicos cartelitos que indican qué hay dentro, como el letrero ‘INN’ en las posadas. Las batallas, como siempre, son aleatorias, con acciones por turnos, aunque tendremos que decidir a la vez los movimientos de todos los personajes, y aguardar a que todos los combatientes reaccionen para volver a introducir comandos. El sistema de evolución de los personajes es el típico por puntos de experiencia, e iremos adquiriendo habilidades y nuevos hechizos de manera automática, o gracias a la inversión de puntos de destreza, que adquiriremos con cada subida de nivel. Y la dificultad del juego, acorde con los RPG de época: aquí no hay ‘colas de fénix’ ni pociones milagrosas. Cuando un personaje muere, puedes olvidarte de él hasta que lo hagas resucitar en una iglesia... y depende del lugar en el que se ubique, esto no será siempre barato.
Sin embargo, no todo pertenece al pasado. Una nueva inclusión en la saga es el aumento de tensión, herencia directa de algunos métodos de combate de Final Fantasy. Durante nuestro turno, además de atacar en cuerpo a cuerpo, hacer uso de la magia, defenderse o utilizar algún objeto, podemos hacer que nuestro personaje permanezca estático, acumulando fuerzas y multiplicando su capacidad ofensiva durante varios turnos, para acabar asestando un golpe mucho más poderoso.
Pero las batallas merecen un tratamiento aparte. En ningún otro juego de rol podrás disfrutar de ellas como en Dragon Quest, palabra. Si bien es cierto que algunas de ellas pueden ser un simple machacabotones, en el que accionaremos el comando ‘atacar’ hasta acabar con todos los enemigos, en otras ocasiones el juego nos sorprenderá con monstruos insólitos, ataques especiales, e infinidad de eventos, muchos de los cuales nos arrancarán algunas risas. En el momento menos pensado, un infeliz bichejo al que creíamos acorralado puede pedir refuerzos inesperados. En algún momento puede que los enemigos decidan no atacarnos, sino limpiarse el pelaje o echarse una siesta. Pero quizá decidan jugárselo todo con un ataque desesperado gastando todos sus puntos de magia. Y muchos de ellos pueden utilizar objetos de manera ilimitada. Ni que decir tiene que hay ataques de lo más surrealista, como el del Titiritero, que representará para nuestros personajes una historia divertida, haciendo que no paren de reir y pierdan el turno. Pero nosotros tampoco nos quedaremos mancos: Jessica podrá lanzar besos y emplear su atractivo para confundir a los rivales. Y tampoco podemos dejar de mencionar a los Diablillos, que SIEMPRE intentarán emplear magia contra nosotros, pero SIEMPRE caeran abatidos al suelo... porque no tienen puntos de magia suficientes para ejecutar un simple hechizo.