En la vida de los veteranos del videojuego -incluyendo a muchos profanos que también cayeron en sus garras- hay un lugar para el emotivo recuerdo a los días de contienda en la palestra del Street Fighter 2.
Un producto que cosechó grandes éxitos durante varios años (ayuda de conversiones y secuelas mediante) no podía quedar sin representación en la máquina que combina funciones de museo digital y entretenimiento de bolsillo.
Y por debida gratitud a su nombre, es prácticamente inevitable volver a intentarlo... y volver a caer en su halo de adicción.
Fue en la misma época en que Final Fight tomaba el relevo de los beat-em'up de la escuela del Double Dragon, una época en que los PC todavía no habían conseguido aplastar definitivamente a la competencia en el sector de los ordenadores domésticos, y en la que la serie de Akira Toriyama "Dragon Ball", hacía estragos entre los adolescentes de gran parte del país.
Haciendo uso de un nombre que había alcanzado las glorias justas en su versión precedente de la que tomaba algunos de sus personajes, redefinió por completo el concepto de los juegos de lucha en modalidad uno contra uno. Su aspecto gráfico de una corrección aún respetable una década después, sus personajes carismáticos y con trazos 'anime', se unían al gran elenco de movimientos de que se valían los personajes -cada uno con su propio repertorio- para conformar enfrentamientos vibrantes que convirtieron a la máquina en una de las más importantes, recordadas y generadoras del mayor caudal en la historia de las coin-ops.
Debían palidecer sus compañeras de salón cuando llegado el momento se recolectaran las monedas que cada una había generado. Fue tanto el éxito que no era extraño ver salas recreativas con varias máquinas repitiendo juego, y posteriormente una larga estela de secuelas contribuyeron a alargar su exitosa vida -algunas con sólo ligeras modificaciones- en un fenómeno que fue especialmente significativa en Japón (donde no habrían dedos suficientes en las manos para contarlas).
De bolsillo, pero no pequeña
En los escasos meses de vida del nuevo soporte portatil de Nintendo, ya se ha puesto de relieve en más de una ocasión el sorprendente potencial que la sitúa muy por encima de esa teórica equivalencia (o cuando menos similitud) con la Super Nes. Pasó con Super Mario Kart, en que las semejanzas se acercaban mucho más a la versión Nintendo 64, y ahora vuelve a pasar con esta magnífica conversión en que podría incluso hablarse de una mayor proximidad con las ediciones de PSX (por más que sea una comparación algo absurda, en tanto que en esta no se utilizaba el potencial de la gris de Sony) ya que el aspecto gráfico, sacando todo el partido posible al tamaño y calidad de la pequeña pantalla TFT, ofrece una visión de calidad extrema con unos estilizados esbeltos sprites que rejuvenecen a este portentoso e intemporal clásico.
Con el repertorio de protagonistas de las últimas versiones de esta extensa secuela (16, a los que se añade el nuevo jefe llamado Gouki/Akuma según la versión, y que se "desbloquea" al lograr más de 5000 puntos), éste juego, con varias modalidades -algunas ocultas- e incluyendo 4 niveles de turbo, viene a ser ante todo una codiciada pertenencia para aquellos que nos dejamos una parte de nuestra vida frente a esa maravillosa recreativa, un sueño venido directamente de aquellos días en que la idea de tener esa perla en tamaño de bolsillo era poco menos que ciencia ficción, y por eso, aunque la conversión de la tercera parte está a la vuelta de la esquina, quizá este cartucho sea el que más representa para los seguidores de la saga.
Para mí, nunca hubo otro.