Si me permiten un arrebato de subjetividad, atesoro con cariño aquellos títulos de velocidad que consisten en llegar hasta la meta de cualquier forma, ya sea con el coche destrozado, volando por los aires, impulsado por explosiones, boca abajo o en pedacitos. Son títulos arcade, veloces e imparables, lejanos a cualquier simulador de conducción, con una gracia especial, en los que los pilotos pueden (¡y deben!) utilizar toda clase de armas contra sus oponentes para hacerse con la victoria.
Este género engloba sagas tan conocidas como RollCage o la intermitente WipeOut, sin descuidar los juegos de karts como Crash Team Racing. Pero otra versión de estos juegos son los protagonizados por coches no tan futuristas, que en pantalla se ven como miniaturas con unos gráficos que dan risa, y que heredan la tradición de aquellas máquinas recreativas de antaño: si un coche se queda fuera de la pantalla compartida por todos los jugadores, la carrera se detiene, cambian las puntuaciones, y vuelve a darse la salda desde el punto en que todo se detuvo. Y aquí entran nombres como el que nos ocupa, Micromachines, un título al que muchos jugadores veteranos ya dieron buena cuenta hace años, ya fuera en PC o en las versiones de PsOne, y que estrena nueva entrega.
La compañía desarrolladora, Supersonic (con producción de Codemasters), ya cuenta con otros tantos títulos de carreras similares. El inmediato anterior, Mashed, era una versión de Micromachines ambientada en escenarios grandes. Los coches de juguete abandonaban sus pistas habituales (el dormitorio, la cocina, el jardín...) para adentrarse en circuitos con autopistas, zonas en guerra, acantilados, desiertos y pistas de hielo. Y a pesar de la diversión multijugador y los avances en el género (como las armas disponibles para los jugadores que han sido eliminados, de modo que no se limiten a observar a sus compañeros con cara de tonto hasta que la carrera se reanude), no contaba con el encanto de los cochecitos de Hasbro.
Si no son Micromachines...
Y aquí regresan los automóviles en miniatura más famosos, en sus recorridos de toda la vida por dentro de la casa, en la piscina o incluso en un centro comercial.
No obstante, los chicos de Codemasters saben que aunque la pericia en las maniobras es el mayor reto de esta clase de juegos (y la mayor satisfacción para el jugador), que permiten hacer virguerías con tan solo cuatro botones (derecha, izquierda, acelerar y el prescindible freno), la destrucción que desatan un par de misiles acoplados al coche no hacen sino elevar exponencialmente la diversión.