De los grandes matamarcianos de todos los tiempos, desde la simplicidad de los Space Invaders/Galaxian, pasando por los Moon/Terra Cresta, Xevious, el bloque de los R-Type, los Darius de Taito,y todos posiblemente para llegar al apabullante Ikaruga que se adaptó magistralmente a Dreamcast -y que incomprensiblemente no salió de Japón-, quien escribe estas líneas se queda de forma apasionada y rotunda con Gradius. Sirva esta aclaración inicial como declaración de intenciones, como justificación ante la posible parcialidad, y manifiesto introductorio.
El título que llegó a España bajo el nombre de Nemesis mediados los ochenta tenía en la riqueza y variedad de fases, en la incorporación de items potenciadores de la nave, en su ritmo y en unas melodías pegadizas que siguen sonando intemporalmente, todo para ser uno de los juegos con los que Konami se iba haciendo grande, aun cuando entonces sus mayores perlas se desarrollaran en un soporte de menor aceptación en nuestro país, como el MSX.
Desde entonces, la saga, una evolución natural que partía Defender y más recientemente del Super Cobra 1983 (rudimentario, lento y protagonizado por un helicóptero con el que la Viper tenía mucho en común) tuvo un desarrollo en que a pesar de algunos altibajos alcanzó momentos memorables asentándose como un título clave en una de las dos modalidades de matamarcianos: el de scroll horizontal (que representaba más que dignamente) frente al scroll vertical (habitualmente más explosivo).
Para su continuación iban a abrirse varios frentes. Por un lado Salamander serviría de puente exponiendo una variante alternativa, por otro su secuela oficial se bifurcaba en Nemesis 2 y Gradius II (ambos excepcionales) e iban dando señales de lo abrumador de su universo. Incluso surgiría una saga paralela, Parodius, dedicada a exaltar su concepto en tono satírico y mezclando otros personajes de Konami.
El mal estado actual del género se puso de manifiesto con la puesta a la venta hace escaso tiempo de Gradius V a precio reducido y de forma limitada. Que el título que puede ser una de las mejores representaciones de una saga tan longeva, su modernización más eficaz, pasara tan desapercibido, por más que fuera un regalo para los ávidos de matamarcianos era preocupante. Quien se lo perdiera debería rebuscarlo y hacer lo posible para añadirlo a su catálogo de imprescindibles.
Por ello, cabe pronosticar que a pesar de lo que Konami ha recogido en Gradius Collection para un soporte idóneo como es PSP, muchos pasarán dejándole de lado aun cuando sea una de las ofertas más apetecibles de su catálogo, una de aquellas que no defrauda y descubre todo el potencial latente de uno de los formatos que dieron origen y nombre al videojuego.
Vale que la adaptación se ha limitado demasiado para lo que podía haber sido (el mítico Gradius original, una de sus segundas partes que se inicia de forma frenética entre dragones de fuego, y los episodios III y IV que no destacaron especialmente en la saga y ya salieron a la venta en el catálogo inicial de PS2) aunque el Gradius Gaiden (1997, ps-one sólo en Japón) sirve como aliciente para compensar con uno de sus episodios más desconocidos.
Puede que hubiese sido más razonable para una colección de peso incluir Salamander como refuerzo, algún Parodius, o preocuparse de adaptar ese Gradius V que hace poco deslumbraba en Ps2 y firmar la recopilación perfecta. Pero habitualmente, estos compendios suelen quedarse rozando la perfección.
Lo que queda fuera de toda duda es cómo se supera la prueba de fuego, y de fuego galáctico: cuando uno se enfrenta a su adaptación a la TFT de la portátil de Sony, a combatir de nuevo a los enemigos de siempre y queda prendado nuevamente por unas cualidades perennes, todo queda dispuesto para sacar toda nuestra habilidad. La dificultad se antojará excesiva salvo para aquellos que vean cómo partida a partida su concentración aumenta, su habilidad para escurrirse entre las balas es tan difícil como gratificante, y entonces, sólo aquellos que distingan lo que hay en su interior, comprenderán por qué algunos son fieles a Gradius.