Un juego puede dar una primera impresión y al cabo de unas partidas dejarte un sabor totalmente diferente. En la actualidad, cuando todos los esfuerzos se centra en la imagen, lo habitual es que esta situación se dé cuando tras la primera exhibición la profundidad se revela mínima y la capacidad de atracción se agota. Excepcionalmente, no obstante, puede pasar lo contrario: lo que empieza sin apenas virtudes aparentes te engancha y no puedes abandonarlo.
Dead'n Furious, para Nintendo DS está marcado por unas cualidades técnicas necesariamente obsoletas. Los FPS como género no están hechos para la portátil de Nintendo, de ahí que la primera toma de contacto recuerde a programa cascadito de la Playstation. No ayuda lo aparentemente parco de las opciones (aunque tiene un toque estilo Doom que lo justifica) y que ante lo terriblemente trillado de argumentos innecesarios el suyo revela una terrible desgana. Cierto que es algo que puede obviarse, pero incluso el texto de las instrucciones parece una mala broma (“encerrado injustamente, de pronto zombies...”).
Por si esto fuera poco, no hablamos de un FPS al uso. La utilización del lápiz de la DS nos limita a disparar, dejándonos sin mayor manejo de los movimientos de nuestro protagonista. Al más puro estilo de los ancestrales Operation Wolf, el avance no es cosa nuestra y apenas podemos decidir alguna dirección cuando el cruce de caminos nos lo permite, o abrir alguna puerta siempre utilizando los disparos.
Por otro lado, el género fantasmagórico-carcelario tampoco es ni mucho menos una revolución, y la aparente escasez de enemigos nos lleva a una repetición machacona de escenas en que estos aparecen por aquí y por allá, en grupos de 2, de 3, de 4, ahora en esta esquina, ahora en aquella con un cierto desprecio a sus rugidos. Y la forma de eliminarlos llega a ser desquiciante cuando la dificultad se centra igualmente en acertar cuando apuntamos y en atender a la carga de munición. Es por ello que hay que estar atento para recargar con frecuencia y evitar que cuando la muerte se nos presente cara a cara la pistola esté vacía para recibirla.
¿Y cuál es la gracia? Pues que ante todo este repertorio de argumentos para ser un título indiferente y acabar hastiado de su irritante manejo de la munición, a la primera oportunidad Dead'n furious te atrapa insospechadamente. Una vez caes en su modo de juego, entiendes cómo funciona y te preocupas por superar ese nivel por obligación autoimpuesta o por curiosidad, no parece tan simple como al principio y empieza a revelarse el potencial de su manejo. La concentración acaba siendo una exigencia, los reflejos para aniquilar a los enemigos más cercanos empiezan a desarrollarse, y gracias a ellos tenemos la pistola siempre llena aprovechando cada mínima ocasión para recargar en un gesto que se convierte instintivo. Además, la rapidez y el rumbo obligado impone destruir con celeridad las cajas que contienen munición y energía, y la llegada de nuevas armas nos obliga a aprender a utilizarlas y combinarlas de modo que no gastemos las contundentes más que cuando sean necesarias y que su alternancia nos permita eludir la recarga puntualmente.
A pesar del cansancio de volver a enfrentarse con zombies, en este regreso al pasado que llega mientras títulos como Lost Planet de Xbox 360 contrastan con su aspecto, uno se enfrenta a regañadientes a sus retos la primera y la segunda hora, para en la tercera ser consciente del tiempo invertido y no poder abandonar una aventura que crece en frenetismo. Con una buena disposición de enemigos y un diseño de misiones en que la apariencia de simple acumulación de zombies nos descubre más pericia y la existencia -y necesidad- de un juego táctico que surge de la simplicidad, este se convierte en uno de esos cartuchos aparentemente simples que exigen atención para llegar a dominarlos y que obliga a jugar cientos de partidas para seguir adelante.