Se ha hecho de rogar, dejando demasiado tiempo su protagonismo en manos de sus compañeros de aventuras. Tanto en la nueva consola Nintendo, cuyo nacimiento apadrinó su compañero Luigi, como en la portatil Advance -en la que entre remakes va haciendo larga la espera- se esperaba una reaparición a su altura que pusiera a cada uno en su sitio.
Y finalmente la ha hecho. Mario es más grande que nunca.
Dentro de los juegos 3D que pueden considerarse nombres de referencia en el crecimiento y desarrollo del videojuego, Mario, atendiendo a su cache e importancia indiscutible, protagonizó en Nintendo 64 la mayor revalorización de un género cuyos cimientos todavía no eran sólidos. Con una aventura colorista, entrañable, de corte plataformero vanguardista y abierto, consiguió que muchos superaran los recelos a un cambio de miras que seguía sin verse bien para los partidarios del aspecto tradicional. En cierta manera, las plataformas como estilo de juego se adaptan mucho mejor al entorno que las vió nacer, evitando planos a veces descontrolados, y definiendo el ámbito de acción a un ritmo sin parones.
Pero con el paso de los tiempos, y la acumulación inevitable que repercutía en falta de originalidad, había que sacar provecho como fuere del potencial técnico, y ello conllevaba tentativas generalmente poco productivas de conseguir juegos redondos. Aquel Mario 64 no obstante lo consiguió, y se erigió en argumento de defensa de una nueva manera de hacer las cosas, y de una consola que mostraba facultades que sólo la propia Nintendo acabaría por explotar. Puestos a escoger dos de los juegos que más han representado para la marca y la compañía en su paso por los 64 bits, muchos eligiríamos al mencionado, y al inolvidable (por supuesto, el inolvidable es Zelda).
Pues mientras la más arriesgada aventura de Link sigue con su aspecto ultraplano en producción, ahora es el turno de la mascota de la casa. El simpático Mario, fontanero entrañable que siempre con gesto de buen humor, está dispuesto a lidiar con las más enrevesadas dificultades, para cueste lo que cueste, llevar la alegría al mundo de felicidad y fantasía de aspecto pueril, que ilumina lo más recóndito de cada corazoncito pro-nintendo. Le pese a quien le pese.
It's me, Mario
Mimar a los símbolos es un gesto de debida reverencia al que Nintendo nunca ha restado esfuerzos. Es algo que emana de cada rincón de sus juegos, y que en este caso, inunda la pantalla junto a muchas otras sensaciones que siempre han estado presentes tratándose del señor del bigote. El revestimiento de alegría inmanente al mundo de Mario, simplemente ha evolucionado y crecido tanto como los nuevos tiempo le han dejado. Se aprecia en los festivos colores, en los simpáticos amigos y enemigos (estos últimos no escapan al carisma paródico) y en un tono desenfadado que captura a cualquiera que se ponga al mando. Es cierto que todo parece inspirado por una vocación infantil, pero no quiere decir que eso le haga un juego más encaminado a los niños. Sí que hará, no obstante, que cualquiera se sienta como uno de ellos, disfrutando de emociones atípicas con armas inocuas. Nada de pistolas, balas, bombas, infiltrados, y pérfidos enemigos a los que acribillar desde la rabia. Pistolita de agua y a mojar y limpiar. ¿Que a algunos les puede echar atrás? Lástima, un prejuicio les estará robando horas y horas de placer. Con otras historias puede que compensen la calidad con adrenalina y desahogo belicoso. Pero no será con un producto de esta talla.
Princesas amadas, criaturas malvadas
Es comprensible que tras tantos años de saltos y correrías, Mario haya optado por tomarse un respiro. El estrés puede afectar hasta al más curtido de los currantes, y es por ello que en atención a su cansancio y el de su paciente Princesa, finalmente haya llegado el momento de unas sanas vacaciones en la más agradable de las islas.
Pero claro, si ahí es donde empiezan las cosas para nosotros, es fácil deducir que el descanso va a ser más bien poco... las vacaciones, van a ser algo moviditas.
Desde nuestra llegada a Isla delfino, todo son problemas. Un personaje extrañamente similar a Mario ha llenado de mugre la isla, y vía sentencia judicial, nos toca arreglar el desaguisado. La persecución de simpáticos solecillos, nos lleva a riquísimas pantallas que recorrer varias veces en cumplimiento de diversas misiones. Todo partiendo de nuestro lugar de supuesto veraneo, utilizado como puente para los distintos lugares en que llevar a cabo nuestra recolecta.
Con un modo claramente inspirado en Mario 64, con mayor interactividad con los pueblerinos al estilo Zelda -y muy lejano del original concepto Mario-, todo aquel que entienda al fontanero, que disfrute con sus detallistas y entrañables aventuras, gozará con cada uno de los pequeños momentos impagables que nos devuelven recuerdos inolvidables: montar a Yoshi, introducirnos en tuberías, volver una vez más a ver a todos aquellos que tantos años nos acompañan...
Si hubiera que resumir la experiencia en una palabra, esta debería ser "gracias". Gracias por dejarnos volver al universo Mario. Gracias por seguir conservándolo tan fresco.
Este es hasta el momento, el claro ganador en Gamecube.