El catálogo de aventuras conversacionales para Nintendo DS se amplía por momentos, con títulos como Hotel Dusk, Mystery Detective, o la saga que tratamos aquí, Ace Attorney. Este género, en el que se enmarcan algunos de los grandes títulos de la historia de los videojuegos (El Secreto de Monkey Island, sin ir más lejos) recupera el encanto del manejo de un ratón para PC con el uso del stylus, haciendo de estos juegos una delicia a pesar de su sencillez gráfica y su jugabilidad limitada al uso de determinados elementos del inventario en el momento apropiado. El esquema típico, reutilizado incontables veces.
En el fondo, disfrutar de este género es similar a dirigir una película. Asistiremos a las secuencias de acción como meros espectadores, y donde realmente ganaremos protagonismo será en los diálogos. Dependiendo de las preguntas y respuestas que escojamos, y con el uso apropiado de los objetos que encontremos, la historia avanzará de manera adecuada... o no. Ace Attorney hace suya esta exitosa fórmula en sus hasta ahora dos entregas editadas en España.
Ley y orden
Phoenix Wright es un abogado con más potra que talento, que tiene la fortuna de contar con un buen equipo a su alrededor, lo quiera o no: Mia, su mentora, fallecida en el primer Phoenix Wright: Ace Attorney, que se le aparece en forma de espíritu (sí, no esperéis realismo en este juego, ni tan siquiera en la jurisprudencia), y Maya, su ayudante, una joven médium a través de la que se canaliza Mia para llegar a este mundo. Otros personajes también prestarán su ayuda durante el trascurso del juego, como Pearl, prima pequeña de Maya y una médium en potencia, o el Inspector Gumshoe, rescatado del primer título de la saga.
La justicia se aplica de una manera bastante atípica: por ley, los juicios deben durar dos días, tras los que el juez dictamina un fallo. Phoenix siempre parte como abogado defensor, con clientes que irremediablemente llevan las de perder. El objetivo de cada caso no es otro que demostrar la inocencia del acusado, lo que suele suponer encontrar al verdadero culpable. ¿Y cómo se logra esto? Desmontando el testimonio de los testigos, presentando pruebas favorables a nuestros intereses y protestando, protestando sin parar hasta que la verdad salga a la luz. Sencillo, pero increíblemente cautivador.