Para los jugadores con más años a sus espaldas, Pokémon a estas alturas es casi un suplicio. Partir de cero de nuevo, con un monstruito a escoger de entre tres disponibles (de tipo fuego, agua o hierba, hay tradiciones que nunca cambian) y una Pokédex vacía, desmotiva a cualquiera. Empuñar este juego significa sumirse en una búsqueda incansable. Conseguir todos los Pokémon que existen es ya tarea imposible: la mayoría de ellos no se encuentran en su cartucho, y tienen que ser importados de otras ediciones. El único objetivo definido es subir de nivel a todo nuestro equipo, y derrotar a tantos entrenadores como nos sea posible. Como siempre. Quizá ese sea el encanto de Pokémon. Los nuevos usuarios descubrirán un mundo nuevo; los repetidores sabrán captar los guiños a títulos anteriores, y quizá descubrirse de nuevo a sí mismos rehaciendo el camino andado. Los seres humanos tropezamos dos veces con la misma piedra. O con el mismo cartucho.
Me permitiré la licencia de entrar en el campo personal: mi escepticismo hacia las ediciones Perla y Esmeralda se forjó mucho tiempo antes de abrir su caja. El juego no ofrecía nada que no hubiéramos disfrutado ya: un sistema de batalla en el que lo más original, la lucha por equipos, venía importado desde las versiones Rubí y Esmeralda; un inventario sin apenas variaciones (bicicleta, caña de pescar, bayas... y las omnipresentes PokéBall)... En definitiva, un lanzamiento en el que lo más novedoso serían las cien nuevas presas que nos acecharían en las zonas de hierba. Y poco más. Pero ha logrado despertar de nuevo en mí la curiosidad y el interés. El método de juego de Pokémon está cimentado sobre una base tan típica como efectiva. Las primeras diez horas vuelan sin saber cómo. El resto es historia viva.
Hazte con todos... los que te falten.
Pokémon Perla/Diamante explora esta vez la región de Sinnoh, emplazamiento cortado por el mismo patrón que en juegos anteriores: cada ciudad cuenta con su propio Centro Pokémon para curar a nuestro roster de monstruos, su tienda con ítems útiles y edificios con todo tipo de funciones. Las ocho ciudades principales también son sede de los Gimnasios Pokémon, donde sus Líderes aguardan a ser derrotados para entregar sus Medallas. Una vez reunidas todas, los Entrenadores Pokémon pueden desafiar a la Liga Pokémon. El juego principal concluye al derrotar a todos los Maestros. Y fin. No tiene mucho más. Entonces, ¿cuál es la clave del éxito de Pokémon?
Probablemente, la versatilidad, la estrategia, la crianza. Elementos también presentes en otros títulos que se aglutinan en Pokémon para conseguir un juego único. Los tipos de ataques y monstruos y su estilo de combate sencillo hacen de Pokémon una versión evolucionada del ‘piedra-papel-tijera’, donde el fuego gana a la hierba, que gana al agua, que gana al fuego. Versiones subsiguientes han ido complicando el método, pero en esencia la lógica suele devenir realista en las creaciones de GAME FREAK. Un RPG para todas las edades donde lo más importante no es tanto la historia como la evolución de la carrera del Entrenador. Eso es Pokémon. Y así, con un argumento totalmente secundario respecto a la acción protagonista del juego (cazar, entrenar, vencer en los combates), título tras otro se nos muestran tramas prácticamente idénticas: el famoso Profesor Oak recibe aquí el nombre de Profesor Rowan, y el Team Rocket pasa a llamarse Team Galactic. Con esto en mente, todos pueden hacerse una idea de a qué se están enfrentando.