En el aspecto gráfico, La Guerra de los Taxímetros pega un gran patinazo y se sale de la carretera. Para todos aquellos que jugaran al primer Crazy Taxi, ya fuera en máquina de salón de juegos o en Dreamcast, la falta de texturas en la ciudad y los vehículos entre las dos consolas es evidente, lo que solo refuerza la sensación de falta de velocidad (salvo cuando activamos el turbo). No es lo mismo dejar de lado un edificio con todos los polígonos de las ventanas perfectamente visualizables, que pasar junto a un gran cubo gris. Pero quizá estemos siendo demasiado quisquillosos: la jubabilidad, lo realmente importante, sigue intachable, como el primer día.
Crazy Taxi aprovecha las posibilidades multimedia de PSP en cierto grado, y nos permite escuchar, a modo de emisora de radio y mientras conduzcamos, las canciones que tengamos grabadas en nuestro Memory Stick. Un acierto que subsana el error de retirar la banda sonora de los juegos originales, con pistas de Bad Religion y Offspring, aunque las melodías rockeras insertadas en sustitución también aportan su toque de caña, velocidad y conducción temeraria. El resto de las voces, en inglés, nos deleitarán con sus gritos mientras sembramos el terror sobre cuatro ruedas.
Son cinco euros con cincuenta.
En resumen, nos queda un título que se convierte en dos por arte de birlibirloque, lo que multiplica la vida del disco, que ya de por sí es bastante escueta y lo condena irremediablemente a la estantería de los Clásicos Que Jugar De Vez En Cuando. El modo multijugador le aporta un toque de frescura a un género que se mantiene indestructible, como los coches que contiene. Crazy Taxi, la Guerra de los Taxímetros, es un espléndido remake que atraerá más a los nuevos jugadores, pero que por su precio de portátil reclama la atención de todo