Uno de los puntos que nos parece más acertado ha sido la personalidad que desprende cada ciudad, con sus edificios característicos como la zona portuaria de Acre o las calles de Jerusalén, evitando la sensación de visitar la misma fase cambiando las misiones de lugar.
Si por la descripción puede parecer que nos hallamos ante un simulador de Parkour en la edad media, tranquilos porque haremos algo más que jugarnos la vida por las alturas o pasear por estas bellas ciudades: habrá que luchar. Inicialmente degradados a mero aspirante, Altair comenzará con una pequeña barra de energía, una única arma y pocos movimientos de lucha. Cada vez que cumplamos con éxito una misión la energía aumentará, las armas y nuestro repertorio de golpes. Si bien el arma más útil para un asesino es la daga oculta o el lanzamiento de cuchillos, si nos descubren y queremos hacerlos frente la espada será nuestra amiga. Pronto comprendemos que luchar desde el inicio no resulta muy recomendable, la poca energía y la agresividad de los templarios acabarán con nuestros huesos en la arena.
Una vez recuperemos el contraataque o la habilidad de esquivar, la lucha se convertirá en algo muy diferente. Sin mucha necesidad de huir podemos disfrutar rodeados de enemigos que irán dejando su sangre a nuestros pies uno tras otros, haciéndonos sentir poderosos.
Por último mencionar la banda sonora, delicada y sutil, a veces parece que no está pero suele aparecer de pronto para regalar nuestros oídos con melodías o coros celestiales procedentes de las iglesias, consiguiendo el objetivo para el que fue creada. Todos coincidiremos en la importancia de los Fx para que no se resienta el realismo en la acción, Altair “achuchando” al caballo o el murmullo de la muchedumbre quedan eclipsados ante un doblaje tan profesional como este, espléndido en tonalidad, variedad o nivel de interpretación. Desde la voz grave del jefe de nuestra orden a la mujer que pide dinero en las calles, no pierde nivel en ningún momento.