Vinculado estrechamente con Wind Waker tanto en su aspecto Cel Shading como en cuestiones argumentales, las propias características de la consola y lo reducido de la pantalla rememoran también episodios más clásicos de Super Nintendo. Pero esos detalles en el universo de esta saga siempre ha terminado por ser un aspecto circunstancial: la atmósfera, sus emociones, su épica y emotividad vienen de algo más que de sus gráficos, melodías repletas de alma o de su propia historia. Vienen de un conjunto de todas esas circunstancias al que sólo podemos llamar de una manera: Zelda.
Con esos rasgos aquí se da vida otra vez a un producto de aspecto inicialmente infantil pero que atrapa a todas las edades como pocos: estamos ante el juego que todo padre debería querer para sus hijos... y en el que después debería caer él mismo.
Un mundo propio
Nuevamente entre mares, Phantom Hourglass se inicia con el secuestro de Tetra (Zelda) por un barco fantasma. Desde la isla en que recuperamos el conocimiento nos haremos con una primera hada (Ciela) clave a la hora de movernos y asesorarnos, y que nos acompañará a buscar a nuestro singular Lineback, un pirata cobarde y rastrero que nos ofrecerá su navío para cruzar los mares de isla en isla. Estamos pues de nuevo ante la dimensión marítima que se añadió en el citado Wind Waker, y que nos permite desde recolectar tesoros hasta enfrentarnos a barcos enemigos (el nuestro lo podremos ir mejorando con accesorios que iremos recolectando).
Con tantos años de cavernas a las espaldas, puede hacerse agotador volver a buscar una llave para abrir una cerradura. Aun así, por encima de los trámites rutinarios que hay que repetir una y otra vez (y que llevamos haciendo ya décadas) esta entrega se permite incluso hacer del Templo de isla Mercay una caverna que deberemos superar repetidamente, cada vez con más posibilidad de profundizar en ella, a medida que el tiempo que nos dan para explorarla aumenta (la arena de nuestro reloj irá creciendo en otras islas dándonos más margen para descubrir sus secretos).
Esta cualidad dice mucho de lo poco que importa la recurrencia cuando el conjunto está tan bien llevado y el interés va in crescendo, a lo que ayuda lo novedoso de los controles y el esfuerzo invertido en plantear retos.
Por decir algo negativo, es fácil caer atascado en algún obstáculo absurdo (alguno de ellos de juzgado de guardia), cosa que por otro lado ya hemos visto otras veces en el pasado. Quedarnos atrapados por no saber que en determinado momento debíamos soplar, literalmente, el micro (ya que nadie nos lo ha avisado) o porque el orden que se nos ha indicado para cierto puzzle es engañoso, es de vía penal.
No obstante es cierto que toda aventura gráfica o RPG suele tener obstáculos draconianos que parecen hechos para vender guías, algo difícil en tiempos de internet. En todo caso Zelda no es una más, puede que hablemos de la mejor de todas, una saga de Leyenda que en el cuidado de sus episodios mantiene su historia en lo más alto. Y sí, que nos da con la que nos ocupa una de sus mejores entregas.