Comencemos dejando las cosas claras: quien escribe estas líneas cree que desde el primer Mario Bros, títulos como Super Mario World o Super Mario 64 han protagonizado algunos de los mejores momentos que ha conocido el videojuego. Puede que eso no sea del todo novedoso, y sólo los recalcitrantes seguidores de Sonic que defendieron a toda costa un personaje sobreexplotado podrían discutirlo. Pero más allá de esos clásicos, incluso Super Mario Sunshine entra en la lista de nombres que merecen un digno recuerdo para este redactor. Vale que le dieron duro y que algunos lo consideran una mancha en el expediente, pero sin desviar la atención aquí a defender sus múltiples virtudes, sólo puede hablarse de incomprensión hacia esas críticas.
Ahora bien, con Super Mario Galaxy (SMG) no va a haber margen para la duda. No hay posibilidad de calificarlo erróneamente. No puede haber quién, salvo fobias personales a los fontaneros con bigote o recluido en otra consola no reconozca que estamos ante uno de los programas más brillantes y mejor llevados de los últimos tiempos.
En comparación con los grandes hits recientes, lo de Mario en Wii es, simple y llanamente, otra cosa. Algo por encima del bien y del mal, lo que el videojuego necesitaba expresado en una consola que había sabido captar estas necesidades y que con Mario se personifican de forma admirable.
El juego. Es decir, EL JUEGO.
Concepto de plataformas: personaje salta de un punto A a un punto B evitando caer el vacío para llegar a determinada meta. A la posible complicación de la distancia entre esos puntos, la velocidad a la que hacerlo, se le suman enemigos e items con que batirlos o facilitar el logro.
Formas de enriquecerlo: darle más lugares accesibles. La típica tubería 'made in Mario' y que permite bajar a otro escenario. De ahí se pasa a hacerle volar por los aires (Super Mario World) o, en un delirio surgido de los nuevos tiempos y la invasión 3D, hacer que cruce de las dos a las tres dimensiones para sortear determinados obstáculos (Super Paper Mario).
Y ¿ahora qué? Ahora se revienta/reinventa el mundo tal y como lo habíamos conocido. Al margen de que SMG empiece desde el primer momento con un entorno mágico y encantador, una noche radiante en que las estrellas y la fiesta deslumbra en cada rincón de la pantalla, este entorno colorista y la atmósfera sugerente de extremo pulido no son sino una característica que va a acompañarnos en nuestra singladura.