Las sensaciones que proporciona la saga Burnout no tienen parangón entre los juegos de conducción, una insana sensación de velocidad te impide parpadear mientras intentas no dejar toda la carretera plagada con los restos de tu coche. Curiosamente, ahora que Criterion forma parte de Electronic Arts, se ha producido una especie de intercambio entre sus sagas. Así, Need for Speed ha vuelto a los circuitos delimitados mientras que Burnout ha heredado la posibilidad de recorrer y explorar la ciudad a nuestro antojo.
Precisamente es la enorme ciudad a disposición del jugador tanto una ventaja como su mayor enemigo, ya que los que busquen la inmediatez de la saga Burnout no la encontrarán en Paradise City. Una muestra de lo pesadas que pueden ser algunas situaciones la encontraremos con el cambio de coche, puesto que resulta obligatorio recoger el nuevo vehículo en un desguace y a pesar de que estos están situados en varios puntos del mapa, no son muy numerosos (aunque si grabamos y cargamos la partida volveremos al desguace inicial, por lo que si pilla demasiado lejos y sin ganas de explorar la ciudad...).
La misma pega cabe señalar sobre las carreras y a la imposibilidad de reiniciarlas: si no la ganas, terminarás con tu coche en el otro extremo del mundo, teniendo que recorrer todo el camino de vuelta para reintentar la prueba (no obstante casi siempre tendremos el inicio de otra prueba en un cruce cercano, por lo que raras veces nos veremos obligados a desplazarnos de vuelta a la salida... aunque eso nos prive de vengarnos de ese corredor que nos ha destrozado momentos antes de llegar a la meta).
En cualquiera de los casos, pronto comprenderemos la necesidad de conocer bastante la ciudad si queremos triunfar en las carreras más complicadas.