El disco tiene un arranque triste: los Patapon, una tribu de algo que no podría calificar de otra forma que como “bichines”, fueron desposeídos de sus tierras por la tribu de los Zigoton. Nuestro trabajo y nuestra diversión consistirán en recuperar aquello que una vez fuera de los Patapon, que son, evidentemente, los buenos de la película: somos dioses, a quienes estos bichines negros, armados con arcos, lanzas y espadas, seguirán hasta la muerte en una cruzada bidimensional, recorriendo escenarios de izquierda a derecha.
Actuaremos en tres bandas, y aquí es donde Patapon se muestra virtuoso y adictivo: como Creadores, administraremos las tropas y el armamento, y escogeremos a los batallones oportunos para cada aventura. Como Dioses de Guerra, haremos partir a nuestros Patapons al campo de batalla al ritmo de nuestros tambores. Y, como jugadores experimentados, aplicaremos tácticas y estrategias para evitar que todos los soldados caigan bajo el fuego enemigo: ataque, defensa, huída, acometidas... de manera indirecta. Ningún Patapon tiene cruceta de dirección, ni botón de ataque. Y, sin embargo, tendremos hasta dieciocho monigotes armados en pantalla, enfrentándose a monstruos que les superan varias veces en tamaño, brazos, pinzas y dientes. ¿Y cómo lo lograremos? Con la música, por supuesto.
La melodía que amansa a las fieras
A pesar de su minúsculo tamaño, los Patapon son bravos guerreros, pero tienen una capacidad de organización terrible. Si por ellos fuera, permanecerían de pie, impasibles, mientras son arrasados por una nube de flechas. Nuestro papel consiste en evitar que sean trinchados como pollos sin ofrecer resistencia. Al estilo de un Parappa the Rapper, nuestros tambores marcarán el paso del pequeño gran ejército Patapon. Cada botón es un sonido: ‘Pata’, ‘Pon’, ‘Chaka’ y ‘Don’ serán nuestras palabras. Y las combinaciones predefinidas, nuestras órdenes. PATA PATA PATA PON hará que avancen. PON PON PATA PON hará que ataquen. CHAKA CHAKA PATA PON hará que defiendan. ¿Ridículo? ¡Para nada!