El nombre de Devil May Cry le debe mucho a la importancia que tuvo su primer episodio en el tránsito de géneros tras la llegada de Playstation. Corrían malos tiempos para varios conceptos clásicos del videojuego y, sorprendentemente, los hack'n'slash que tanta repercusión habían tenido durante años, el concepto de los golpes de la escuela Double Dragon, no pintaban bien en su camino hacia las 3D.
Fue así como a pesar de una polémica llegada a los territorios PAL (una dolorosa conversión sin 60 hz y franjas negras), DMC se convirtió en un dignísimo representante de la acción que lograba reforzar un aspecto débil en la que por aquellos tiempos era una de las sagas punteras de Capcom: Resident Evil. Los planos fijos y la movilidad de este último en sus argumentos “zombies” no estaban hechos para combatir de forma acelerada y con ritmo, hacía falta un nuevo enfoque que pudiera recoger sus virtudes de luchas contra la ultratumba de forma más frenética.
Y ese fue el gran mérito de Devil May Cry, al que hay que reconocer además el acierto en la definición de la temática y la creación de un personaje 'cool' que supo ganarse fácilmente el corazón de los usuarios de PS2. Pero las cosas sorprendentemente se torcieron en la saga, y la segunda parte decepcionó por no ser capaz si quiera de mantener la calidad del precursor. Un error que se enmendó en la tercera si bien quedaba la sensación de que el momento de Devil May Cry o bien había pasado, o bien simplemente le dejaba lejos de un puesto destacado.
Entrega con ambiciones
No hay duda que en esta ocasión Capcom ha querido devolver a la marca a un primer plano, algo que demuestra no ya su exquisito diseño de producción y el despliegue de medios para dar solidez a la historia, sino la extremadamente larga espera que nos impone la instalación para jugar la primera partida. Sí, así de duro empieza el tema: entre 15 y 20 minutos viendo copiar archivos al disco duro que quienes buscaron refugio del mundo PC en las consolas, observarán con estupefacción. Todo mientras una eterna barra de progreso se ve amenizada por una historia del universo de Devil May Cry repleta de culebrones fantasmagóricos y cruces diabólicos que resulta agotadora (entre otras cosas porque por la duración de la instalación, se repite indefinidamente).
Pero lo que este proceso consigue es que en lo restante el juego funcione con agilidad y se puedan evitar largos procesos de carga durante las partidas. Así nos podemos meter de lleno en su historia, que comienza fuerte, con nuestro nuevo protagonista enfrentándose a Dante tras la aniquilación por parte de este último del líder espiritual de la “secta” de Nero.
Desde esa misma apertura observamos unos cuantos rasgos importantes para DMC4. A saber: la gran labor que mencionábamos en los escenarios, la rapidez y variedad de controles de combate, el gran parecido entre los protagonistas para evitar en lo posible que se dé un caso como el de Solid Snake en el Metal Gear de Ps2 (que irritó a los fans con Raiden usurpando protagonismo), y el papel destacado que tiene la historia y el guión en el juego.